martes, 16 de agosto de 2011

Tiene muchos nombres, pero es el mismo

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El príncipe partió hacia el infinito, viajaba en un rayo de sol y anduvo en busca de su primera lección. Sus pensamientos estaban confundidos; ¿dónde tendría qué buscar, cuál sería esa primera lección, a quién podría preguntarle? Partió sin rumbo fijo, todo lo que sabía era que iba al encuentro de 10 principios que lo podrían llegar a convertir en el hombre más sabio del universo y en el más feliz de la creación, o bien, si fracasaba, podría llegar a perder a su familia.

Todo eso lo pensaba y lo repasaba una y otra vez, volteaba a su alrededor buscando alguna pista, buscando algún punto en donde empezar, pero todo era igual, estrellas, cometas, mundos que chocaban, mundos en formación, estrellas frías, solitarias, vagando por el espacio. ¿Dónde detenerse, cuál sería el primer punto donde podría él empezar su búsqueda?

En su recorrido vio pasar a otros seres que, como él, andaban buscando algo; recordó las palabras de su padre: tu camino es sólo tuyo aunque todos anden buscando lo mismo. Entonces, decidió detenerse en el primer planeta que viera; decidió, que si todos los planetas y estrellas eras iguales, lo mismo daba empezar su búsqueda en una estrella lejana o en un planeta cercano y descendió en el primer planeta que encontró. Una vez en su superficie, empezó a caminar hasta que encontró a un ser y le dijo: 
_Buen hombre, ¿podrías tú indicarme cuáles son los 10 principios que debo aprender para ser el hombre más sabio en el universo?, y el buen hombre le contestó:
_No puede haber hombres sabios en el universo, porque sólo Dios tiene la verdad absoluta y nosotros no podemos entender esa verdad.
_Pero, ¿quién es Dios?, preguntó el príncipe.
_Mira hijo, Dios es el principio que anima a todos nosotros, es como una chispa de luz que ilumina tus noches cuando te encuentras solitario y te guía dentro de tus pensamientos cuando andas en busca de algo. Mientras este diálogo se desarrollaba, pasó por allí otra persona.
_Disculpen que interrumpa su plática, pero no es a Dios a quien tienen qué buscar, sino a Alá.
_Y, ¿quién es Alá? preguntó el príncipe.
_Alá es el creador de todo lo existente, incluso, creó a ese Dios de quien te está hablando este hombre; Alá estuvo antes que todas las cosas en el universo y por El vivimos y para El vivimos.
_Esperen un momento, ¿quieren ustedes decirme que Dios y Alá son seres muy poderosos dentro de esta creación?, y el primer hombre contestó:
_Ese Dios tuyo que dices es Alá, en realidad no es sino un reflejo de mi Dios; Alá podrá ser tu guía, pero en cuanto a mí respecta, no tiene ningún poder ni sobre mi Dios ni sobre mí, porque Dios me protege. Pronto se oyó una tercera voz que se unió al grupo, diciendo así:
_Señores, dejen de discutir, pues todo lo que ustedes puedan ver, sentir y pensar, no es sino el sueño de Brahma. Brahma es ese gran ser de donde todo se deriva; vivimos como parte de ese sueño que Brahma creó en su mente por obra y gracia de su poder omnipotente; la imaginación de que existe un Dios o de que existe Alá, no es sino fruto de la voluntad de Brahma, el único que ha existido siempre, el único que existirá para siempre; aun nosotros, somos producto de su propio sueño.

El príncipe se fue alejando de esta conversación, pues lejos de aclarar sus dudas, empezaba a verse confundido, y mientras los 3 hombres seguían discutiendo acaloradamente, partió en su rayo de luz para abandonar ese planeta y siguió en busca de los 10 principios. Más adelante, decidió parar en una estrella cuyo brillo llamó su atención. Cuando llegó allí, observó a los jóvenes cantando y danzando y eso le pareció hermoso y decidió acercarse.

_¿Me permiten unirme a su celebración? les preguntó.
_Por supuesto que sí. En este lugar todos bailamos y adoramos a ese ser que nos ha creado; y el niño preguntó:
_¿Quién es el que los ha creado? 
_Mira niño, el que nos ha creado a nosotros también te ha creado a ti y ha creado todo lo que puedas observar hacia arriba y hacia abajo, hacia la derecha o hacia la izquierda; todo esto ha sido creado por alguien que nos ama y que desea vernos felices por siempre.
_Pero, ¿quién es Él? insistía el niño.
_No tiene nombre, algunos lo llaman Dios, otros lo llaman Alá, otros lo llaman Brahma, en fin, tiene muchos nombres, pero es el mismo.
El niño pensó haber encontrado una clave y siguió preguntando:
_Díganme más acerca de ese principio, de ese ser tan poderoso que ha logrado crear todas las cosas.
Y los jóvenes, en sus cantos, decían:
_Cómo quieres que te expliquemos la forma en cómo Él ha creado todo, si aún nosotros no somos capaces de entender cómo es que bailamos y cantamos.
_Entonces, ¿quieres decir que no puedes decirme nada acerca de ese ser tan poderoso?
_Bueno, nadie lo ha visto, pero todos sabemos que existe.
_Pero, ¿cómo es posible que si nadie lo ha visto todo el mundo cree en Él?
_Mira pequeño príncipe, tal vez tú no lo sientas, pero a nosotros nos basta con sentirlo dentro para saber que existe.
El niño subió nuevamente a su rayo de sol y partió más confundido que antes y sus pensamientos iban de un lado para otro diciendo: primero, ese ser tiene muchos nombres; después, me dicen que es el mismo; luego, me dicen que nadie lo ha visto y, sin embargo, todos creen en Él; ¿quién podrá explicarme todo esto? Y siguiendo su camino, su vista atrapó a un objeto que se veía sombrío, sin luz. Decidió investigar, puesto que su aspecto era tan extraño y cuando llegó a ese objeto descendió en su superficie y preguntó.
_¿Es ésta una estrella, o es acaso un sol? y el ser que se encontraba sentado en una roca le contestó:
_Esto solía ser una estrella, tal vez la más brillante de todo el universo, pero ahora ya no lo es.
_Pero, ¿qué fue lo que pasó, cómo es que perdió ese brillo?
_Fue la Voluntad de Dios la que hizo que esta estrella se apagara y llenara de tinieblas este lugar que antes era maravilloso.
_Un momento, dijo el niño; ¿quieres decirme que Dios es tan malvado que le robó su luz?
_Lo que quiero decir, es que si esto fue posible, fue porque Dios lo permitió.
_Pero, ¿no hubo ninguna razón especial?, ¿acaso Dios es capaz de quitar el brillo de cualquier estrella del universo sin tener alguna razón?
_Si tuvo alguna no la entendería, yo sólo sé que antes podía divertirme y pasar días y noches disfrutando de la belleza de este planeta, pero de pronto todo se ensombreció y ahora estoy condenado a vagar en esta oscuridad y, únicamente, de vez en cuando llega alguien como tú y les comento mi historia.

"Parecía como si hubieran olvidado que todos en el
planeta éramos hermanos y que teníamos que cuidarnos
unos a otros"
El niño se levantó extrañado y siguió caminando por la superficie de ese frío y oscuro planeta. Más adelante encontró una flor, una maravillosa flor. Al verla, extrañado, se le acercó y le preguntó:
_¿Cómo es posible que en este frío y oscuro planeta puedas haber florecido con unos colores tan bellos?, y la flor le dijo: 
_Yo soy la esperanza; anteriormente en este planeta vivían millones de flores como yo, todo era luz y alegría, pero los seres que nos cuidaban se olvidaron de sus responsabilidades; dejaron de pensar en nosotros y se ocuparon únicamente de bailar y de cantar; se olvidaron que tenían una responsabilidad con todos nosotros. Poco a poco mis hermanos y hermanas fueron muriendo y los seres no dejaban de bailar y de cantar, parecía como si hubieran olvidado que todos en el planeta éramos hermanos y que teníamos que cuidarnos unos a otros, y entonces, después de un tiempo, todos fueron muriendo y sólo quedé yo. Un día vino un ángel del cielo y me dijo: tú no morirás porque representas a la esperanza; algún día, los hombres despertarán de su sueño y te verán y te querrán cuidar y querrán que haya muchas otras como tú y, en ese momento, mis hermanas volverán a aparecer y este planeta será nuevamente luz y alegría.
El niño se entristeció y preguntó:
_Entonces, ¿quieres decir que Dios no fue el que castigó a los hombres?
_Yo soy sólo una flor y no conozco los designios divinos, sólo puedo decirte que nosotros éramos antes una gran familia, hombres y plantas, animales y flores, todos formábamos una gran familia; creo que seguramente Dios se regocijaba en nosotros, pero un día, los hombres olvidaron su responsabilidad y fuimos muriendo; yo creo que Dios es justo porque no dejó que todo muriera, y ahora que estoy aquí, espero que, algún día, los hombres disfruten y podamos todos volver a ser lo que antes éramos.
El niño, profundamente conmocionado, acarició a la flor, subió en su rayo de sol y partió, y muy dentro, una voz de majestuosa presencia le dijo:
_Has encontrado la primera clave:

“Dios es el creador de todo lo que existe, tiene muchos nombres pero es el mismo; y Él cuida de toda su creación, pero deja que los seres humanos aprendan a cuidarla por ellos mismos.”

Y el niño siguió su camino en busca de la segunda lección.

Tomado de: "Los principios del iniciado" - Kwan Yin

domingo, 31 de julio de 2011

La búsqueda del camino interior

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Continuación:

Hace muchos años, en un país de ensueños, un poderoso rey habló a su hijo con estas palabras:

“Hijo mío, ha llegado el momento en que debes aprender los 10 principios básicos de la vida; son 10 lecciones que te darán todo el conocimiento que necesitas para llegar a ser, algún día, el hombre más sabio del universo y el más feliz de toda la creación. Son 10 sencillas lecciones, pero que sólo tú podrás aprender, porque, aunque mucha gente querrá explicártelas, en realidad, todo lo que tendrás que hacer, será recordarlas.

Cuando nacemos, todo lo que necesitamos aprender lo llevamos dentro de nosotros; la vida, la naturaleza, el sol, las estrellas, los demás seres humanos, no son sino libros en donde tú podrás recordar tus lecciones internas. Vivimos en una gran escuela, la escuela de Dios, y a ti te corresponde recordar esos 10 principios fundamentales, para que puedas entender lo que Dios quiso decirnos cuando nos puso en esta creación suya.”

En el interior de uno mismo está la sabiduría.

"Si no os conocéis a vosotros mismos, estáis
sumidos en la pobreza y sois la pobreza misma."
Jesus de Nazareth
Déjame explicarte algo: Para recordar cada uno de ellos, tendrás que visitar diferentes regiones del universo, tendrás que visitar diferentes planetas, tendrás que platicar con diferentes personas y, en ocasiones, con otras criaturas. Encontrarás magos y adivinos, laberintos y castillos, pero recuerda algo siempre, todo lo que necesites saber lo tienes dentro de ti; no importa qué tan complicado sea, no importa qué tan sencillo sea, cuando sientas alguna duda aparecer en tu camino, cuando no sepas qué acción tomar, cuando te veas en peligro o tus fuerzas flaqueen, voltea hacia dentro y ahí encontrarás lo que necesites.

Todo ser humano, en algún momento de su vida, aprende las lecciones que tú ahora vas a aprender; a algunos les toma toda la vida, otros, en cambio, pareciera como si nunca las olvidaran. Tu camino es el camino de todos, tu meta es la meta que todos deseamos y andamos buscando, el cielo estará al alcance de tu mano y todo lo que necesites podrás encontrarlo dentro de ti.

Los consejos, cuando los pidas a otras personas, tal vez te resulten ambiguos o confusos; cuando los consultes al cielo, estarán dados en claves o en enigmas; cuando los medites dentro de ti, serán transparentes como el agua; mil veces te será más sencillo preguntar, que investigar dentro de ti mismo; muchas veces tendrás la tentación de seguir lo que otros siguen, buscar donde los demás buscan, pero tendrás que recordar que tu camino es diferente al de todos los demás, porque tu camino es interno, las señales del mapa las llevas dentro de ti mismo, y aun cuando persigues lo mismo que los demás andan buscando, tu mapa es diferente.

Desconfía de lo que tus sentidos perciban; recuerda siempre analizar, a la luz de tu conocimiento interior, lo que la vida te ofrezca; no te dejes deslumbrar por los ropajes angelicales que pudieras observar en el camino, puede ser que oculten a un ser confundido; tampoco pienses, que aquellos que creen haber llegado ya al final del camino, puedan darte los consejos que tú necesitas.

Recuerda siempre, andas en busca de 10 lecciones; aunque tienes todo el tiempo del universo para encontrarlas, nosotros, tus padres, tus hermanos, tus seres queridos, contamos con un tiempo para esperarte; si lo logras en un tiempo razonable, estarás de vuelta con nosotros, pero si tardas más de lo necesario, a tu regreso ya no nos encontrarás, pues nosotros también estamos siguiendo nuestro camino. Si tú nos encontraras rápidamente, podrías regresar y ayudarnos y podrías darme consejos como hoy te los doy yo a ti, pero si tomaras más tiempo del necesario, tal vez ya no me encuentres y no encuentres a tu familia para seguirte apoyando y guiándote. Si alguna vez necesitaras de mi ayuda, búscame dentro de ti, nunca afuera, recuerda y tenlo presente siempre.

Pues bien, ponte de rodillas porque voy a darte mi bendición; de hoy en adelante caminarás por las regiones del universo en busca de los 10 principios.

La bendición del Padre.

  • Mi mano te toca en la frente para despertar en ti la luz que te llevará, paso a paso y con seguridad, a los lugares en donde encontrarás los principios mágicos.
  • Mi mano te toca en tus labios para que permanezcan callados cuando es preciso hablar poco, pero para que tengan la sabiduría necesaria para guiar a otros, cuando te sea solicitado.
  • Mi mano te toca en el corazón, para que mantengas siempre presente los sentimientos de amor que deben impulsar a todo ser humano a ayudar a los demás y para que te mantengas al resguardo de las espinas que seguramente el camino tendrá para ti.
  • Mi mano toca las tuyas para que nunca te falte la energía y la fuerza necesaria para apartar de tu camino los obstáculos y las tengas siempre libres para ayudar a los que encuentres caídos.
  • Mi mano te toca las piernas para que nunca descansen, para que te puedan llevar a donde tu espíritu te indique, dócilmente, sin ninguna protesta.
  • Hoy es el momento de partir, ve con Dios hijo mío y recuerda cada una de mis palabras. Vuela con el viento, viaja con el sol, aprende de las estrellas, y cuando hayas terminado tu jornada, regresa con los tuyos.

Tomado de: "Los principios del iniciado" - Kwan Yin

martes, 26 de julio de 2011

Tú eliges en qué realidad deseas vivir

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Bueno, por un lado hay varias profecías que indican a esta fecha como un punto importante en la historia de la humanidad, pero la más significativa es el término del calendario Maya, cuya profecía se ha interpretado de distintas maneras, los más negativos piensan que ese año se termina el mundo, pero no será así, es sabido que ese año comienza una nueva era, la era de acuario. Esto tiene que ver con la rotación del sistema solar completo (ciclo solar) que va pasando por las 12 distintas eras y cada una de ellas dura 5.125 años. La era en la que estamos llamada era de piscis, comenzó el año 3.113 AC y termina el 2012. Lo cierto es que el planeta viene cambiando su estado de vibración y este cambio se ha intensificado desde el año 1989 donde los polos magnéticos se desplazaron estos últimos 20 años lo que no había ocurrido en miles de años.

Sí hay un cambio en el magnetismo de la tierra, hay un cambio no sólo de conciencia sino que también una adaptación a nivel físico para esta nueva vibración. Los cambios no sólo son en nuestro planeta, sino que afectan al universo completo, y la ciencia hoy día puede dar cuenta de ello. Infórmate sobre los cambios en las tormentas solares (que son tormentas magnéticas) y verás que los científicos están al tanto de estas cosas, o pregúntale a algún aviador acerca del desplazamiento de los polos magnéticos en los últimos años, ya que los aeropuertos han tenido que modificar sus instrumentos. Este cambio en el magnetismo se traduce como un incremento de la luz, un aumento de la vibración planetaria.

Para que lo vayas entendiendo de manera más fácil debes saber que esta vibración es afectada e intensificada por la conciencia de todos los seres humanos. Cada pensamiento, cada emoción, cada nuevo despertar de alguien a la conciencia de Dios eleva la vibración del planeta. Esto te puede parecer una paradoja, puesto que la mayoría ve a su alrededor más odio y miseria, sin embargo no es así. Ya lo he venido diciendo, cada uno elige donde enfocar la mirada, sólo ven la oscuridad aquellos que están enfocados hacia el drama, el dolor y la injusticia. Si no ves el avance espiritual que ha tenido la humanidad es porque no te has enfocado en ello, pero si haces el trabajo correcto y liberas tu mente de lo negativo abrirás un espacio donde podrá manifestarse tu esencia divina que te pondrá en el foco de lo que realmente está ocurriendo en la humanidad y el planeta. "Estamos elevando nuestra conciencia como nunca antes".

¡Pero cómo!... ¿no ves la oscuridad? me podrás decir...

Si, la veo, pero no me identifico con ella, no le temo.... ¿Cómo le voy a temer a la oscuridad si veo tan clara la luz?... por supuesto que entiendo a aquellos que temen. La oscuridad no es una fuerza que te empuje a ser mas malo o a vivir con más odio, la oscuridad no es una fuerza contraria a la luz, es ausencia de luz, tú no puedes invadir la luz con oscuridad, no funciona así el principio de la luz. El temor, el drama, la injusticia, el odio y la infelicidad sólo existen en estados de penumbra porque no puedes ver el contexto global en que se desarrolla tu vida, y la única manera de ver desde la luz cuando estas ahí es por medio de la fe. Una vez que aumentes tu frecuencia de vibración (estado de conciencia) podrás ver hacia la oscuridad y entender lo que has vivido.

Pero... ¿Cómo puedes decir esto si en el mundo hay más maldad cada día?...

No hay más maldad ... lo que hay es "más luz", y de eso estoy hablando ahora. Imagina que tienes un cuarto o bodega donde guardas tus cosas desde hace años y es iluminado por una lámpara de 40W. Cambia la lámpara a una de 100W y verás lo que ocurre allí. Verás el desorden y el polvo que pensabas que no existía. La suciedad será más clara. Esto es lo que está pasando, y esto es lo que hace posible de que muchos lean esto y no les parezca una locura como pudo haber sido hace algunos años. ¿Te has dado cuenta que hoy en día las mentiras y los engaños salen a flote con mayor rapidez que antes?... Bueno, acceder al entendimiento de Dios y el funcionamiento de la vida también es más rápido que antes.

Esta nueva vibración del planeta es la que tiene a todos nerviosos, depresivos o enfermos, ya que para poder recibir más luz las personas deben cambiar tanto física como mentalmente. Deben poner en orden sus bodegas porque cada día les llega más luz a su conciencia y por mucho que quieran evitarlo, deberán elegir poner manos a la obra y comenzar la limpieza o vivir en medio del chiquero. Este cambio provoca dolores físicos en los huesos, que los doctores no pueden solucionar ya que no se ve una enfermedad que los provoque.

Te dirán que es estrés y no se trata de eso, se trata de emociones negativas acumuladas, se trata de miedos y angustias, se trata de ese polvo acumulado por años que ahora estás viendo para ser limpiado. Habrá noches en que te despiertes y desveles por unas horas. No te alteres, lee un libro, ve tele, medita, no luches pensando en que algo está mal contigo, es la nueva vibración planetaria que estás asimilando, te volverás a dormir y al día siguiente no sentirás falta de sueño. Si no canalizas bien este proceso los dolores serán más intensos y te diagnosticarán fibromialgia, que es un nombre que la medicina ha dado a estos dolores que no tienen causa visible y para los que no proponen ningún tratamiento con resultados concretos, sólo te recetan antidepresivos para que evadas la oportunidad de cambiar tu vida.

Una vez más tú eliges en qué realidad deseas vivir, sólo que esta vez el drama será más intenso y por supuesto el amor también. Si se incrementa la Luz, también lo hace del mismo modo la falta de ella, esto explica por qué hay tanta violencia irracional en los últimos años. Estamos viviendo la mejor época que la humanidad jamás vivió, seremos testigos y actores de la transformación más grande de conciencia que jamás imaginaste. Infórmate; despierta tu inquietud por estos temas, la ciencia sabe que algo está pasando, tú sabes que algo está pasando, sé actor conciente de estos tiempos, que no te pillen asustado porque no sabes lo que pasa.

Tomado de: "¿Has oído hablar del 2012 como un año en que algo va a suceder?" - Sathya Sai Baba

domingo, 10 de julio de 2011

Ver sin mirar

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Vivimos en un mundo polucionado y nos hemos acostumbrado a ello. Sobre todo en las grandes ciudades, el nivel de contaminación ambiental crece día a día, pero como no podemos abandonarlas porque allí siguen ancladas nuestras obligaciones, simplemente nos hemos ido adaptando a esa situación. Nuestros organismos han creado anticuerpos y, casi naturalmente, nos acomodamos a lo antinatural.

Sin embargo el proceso es más complejo. La contaminación no se reduce al ambiente físico, sino que se expande a los planos psicológicos y mentales, enrareciendo las vivencias humanas hasta puntos insospechados.

Anticuerpos defensivos

La suciedad psicológica se manifiesta en emociones burdas que se introducen por todos los resquicios de la vida. La violencia, la agresividad, el egoísmo a ultranza, parecen ser las medidas habituales en la mayoría de las sociedades. Al principio provocaban grandes sufrimientos -y los siguen provocando- pero si antes uno se preguntaba hasta dónde era capaz de aguantar sin estallar, hoy hemos creado "anticuerpos" para defendernos y seguir adelante como se pueda. Ciertamente nos acosa la inseguridad, el temor, la indefensión, pero los anticuerpos han generado una forma de indiferencia que lo parece, pero no es tal. Esa frialdad con que aceptamos las mayores crueldades con que desayunamos día a día gracias a los medios de información, es una manera de resistir, de decirse "a mí todavía no me tocará, o me tocará más adelante, o tal vez nunca...".

¿Y qué hacer con la corrupción que se presenta inesperadamente en cualquier rincón, hasta en los que considerábamos conocidos y a buen recaudo? Otra vez la indiferencia, esquivar el bulto, seguir caminando como si no hubiésemos visto nada, porque intuimos que nuestra protesta, además de estéril, resultaría dañina para nuestra seguridad. Hay quienes entran en el juego, justificándolo; otros se hacen a un lado tratando de no enfermarse. De una u otra forma, los anticuerpos nos hacen ver como casi normal lo que, en conciencia, nos espantaría de vergüenza.

Vemos, pero no miramos

No sé si lo que padece nuestro mundo es una disfunción en los sentidos o en la sensibilidad. Aparentemente la estructura humana está lo bastante provista de tacto, oído, vista, gusto y olfato como para desenvolverse bien y cubrir sus necesidades. Eso me lleva a pensar que lo que falla está en la sensibilidad, en el uso que hacemos de los sentidos y en la percepción anímica y conciencial de lo que percibimos.

Hoy lo habitual es ver sin mirar. Los ojos funcionan, ven, pero pasan por encima de las cosas sin darles significado. Nos hemos acostumbrado a las imágenes más tristes, más degradantes, más horrorosas y salvajes, en directo o en las pantallas de cine y televisión, tanto como para que en general la vida nos resulte una ficción que no nos incumbe más que de soslayo y por momentos.

Alrededor nuestro se suceden a diario escenas que deberían conmovernos y obligarnos a reaccionar... pero no. Todo da igual. Nada importa oír gritos y llantos en las casas de los vecinos, ver mendigos desarrapados en la calle, cómo alguien golpea o roba impunemente a otro, extranjeros sin destino que vagan de un sitio a otro hasta que caen en la fácil vía del delito... Vemos sin mirar, sin intervenir, como si la gente fuera irreal o invisible, como si nosotros mismos estuviéramos en una burbuja impenetrable.

Por otro lado, las guerras, la miseria, los juegos políticos, la corrupción, destruyen los pueblos de manera imparable, mientras los organismos internacionales creados para evitar desastres, envían observadores... de esos que ven sin mirar. Las asépticas administraciones nacionales mantienen reuniones en una ciudad o en otra y emiten largas declaraciones con las consabidas repulsas y veladas amenazas de intervención que no se cumplen salvo que los intereses económicos sean demasiado fuertes.

La enfermedad de pensar

Las ideas que predominan en la actualidad también están atacadas por diversos virus. En principio, no es corriente tener ideas, pensar; antes bien, hay un conjunto bastante escaso de conceptos reconocidos por la opinión pública, hábilmente manipulada, y a falta de otra cosa, eso es lo que todos creemos pensar. Ante la enfermedad, una vez más han aparecido los "anticuerpos": asimilar esas ideas -si es que merecen llamarse así- y rechazar cualquier otra que se le oponga. En el fondo, esa pasividad no es saludable; es apenas un reconocimiento subconsciente de que no hemos aprendido a razonar por nuestros medios y de que, aunque intentáramos hacerlo, nos señalarían como locos.

En tal situación, nos quedan dos opciones: resignarnos a la mutación, encadenando generaciones humanas cada vez más artificiales y adaptadas a la polución deformante, o rechazarla buscando los remedios para limpiar el aire, los sentimientos y las ideas. Esta última tarea es harto difícil: hay que enfrentarse a una suciedad que nos ahoga y que nos resta fuerzas para abrirnos paso. Pero vale la pena.

¿Es tan dificil reaccionar?

Ni siquiera los humanos sabemos mirar dentro nuestro; los ojos sólo valen para ver hacia fuera, y la ausencia de captación afecta tanto en lo externo como en lo interno. La mayoría convivimos sin conocernos en absoluto. Así pasan los años sin que las ilusiones y los sueños de la juventud puedan convertirse en realidad, porque no hay una mirada viva y activa que los lleva a los hechos en base a entusiasmo y voluntad. Al contrario, las mejores aspiraciones se van destruyendo y se dejan morir en nombre de esa especial ceguera de ojos abiertos incapaces de percibir.

Reaccionar tal vez sea tan sencillo como tomar posesión y hacer un uso debido de aquello que nos corresponde por naturaleza, empezando por aprender a resumir todos los sentidos y la sensibilidad en una mirada inteligente: ojos con corazón y mente.

Delia Steinberg Guzmán
Directora Internacional de Nueva Acrópolis
(Artículo Extraído de la Revista Esfinge N° 39 – 2003)

viernes, 17 de junio de 2011

Mira lo demas como una parte de tu ser

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No hay color de piel, sexo, religión ni cosa alguna por la que merezca la pena alterarse. No importa quiénes sean, ni la manera en que se expresen. No merece la pena juzgar a nadie, ámalos por lo más puro que vive dentro de su ser.

 « (…); porque he aquí el reino de Dios está dentro de vosotros ».
Jesus de Nazareth

Entonces, por el solo hecho de existir, merecen ser amados. El hecho de que existan vale más que cualquier cosa que hagan. Ámalos porque son, pues mientras ellos sean ten por seguro que tú también serás. Si los amas sin reparar en quiénes son y dejas que ese amor simplemente sea, siempre te conservarás puro.

"(...)  yo, que conozco la naturaleza de quien comete la falta, que sé que es hermano mío, no de sangre y de carne, sino por nuestra común participación en un mismo espíritu procedente de Dios, no puedo sentirme ofendido por su parte, ya que nada de cuanto hago podría avergonzarme. En efecto, nadie podría despojar a mi alma de la honradez; (...)."
Marco Aurelio

Hay que aprender a desplazar los juicios de la mente, debes ser consciente de tus sentimientos y de los pensamientos y emociones que los originaron. A través de esa conciencia, te enseñarás a ti mismo a ser más refinado en tu modo de pensar. Cuando te sientas triste, asustado, desesperado o experimentes algun sentimiento negativo como el odio o la envidia, examina tus pensamientos. Encuentra la conexión entre tu forma de pensar y tus emociones, no juzgues y no te juzgues, solo  observa y deja que pasen. Pronto empezarás a refinar tu manera de pensar y extirparás todos los juicios que te separan de la vida. A medida que lo hagas empezarás a ver una conexión entre tu ser y los sentimientos de paz, alegría, armonía y ligereza en el movimiento del cuerpo.

"Nunca te juzgues a ti mismo por el hecho de juzgar. Ten compasión por ti mismo y simplemente permite que la conciencia de tus pensamientos y sentimientos te enseñe, porque te aseguro que lo hará."
Ramtha

Cuando vives de esta manera, nunca te juzgas a ti mismo ni a los demás, ni a los pensamientos que se te puedan ocurrir. Entonces no hay ni bueno ni malo, posible o imposible, perfección o imperfección, positivo o negativo. Todo es uno.  Así no te aferras a ninguna verdad en particular, sino que las examinas todas. Ves a todas las verdades como una sola, y permites que cada una sea explorada para determinar si pueden aprovecharse desde tu estado. Cuando vives de este modo, contemplas todos los pensamientos que llegan hasta ti, conoces, aprendes, vives y obras más.

Cuando simplemente eres y te permites recibir todos los pensamientos, puedes oír la voz de Dios. Entonces, todo lo que siempre quisiste saber, lo puedes saber en un abrir y cerrar de ojos. Cuando no juzgas tus pensamientos, sino que les permites manifestarse como emoción dentro de tu alma. Aprende a vivir a través de saber y permitir. Así habrás dominado el ego alterado. Solo asi puedes trascender. Una vez que has dominado el juicio, has conquistado la totalidad de este plano y puedes abandonarlo cuando desees.

Ama tu cuerpo. Cuídalo, aliméntalo, dale cariño. Es el instrumento puro de expresión que te permite experimentar la vida en este plano. Sé ilimitado en tus procesos de pensamiento, pero también cuida el vehículo que te lo permite. Si eres mujer, sé mujer; si eres hombre, sé hombre. Ama lo que eres, nunca abuses de tu cuerpo. Nunca lo desfigures o mancilles. No le hagas hacer cosas para las que no fue diseñado.

"De todas las palabras que fueron creadas, hay una que se ajusta a esta enseñanza mejor que cualquier otra: «ser». Ser. ¿Y qué significa eso? Significa permitirte ser cualquier cosa que seas, y amarte totalmente por serlo. Significa sentir aquello que estés sintiendo y vivir esa emoción. Ser es vivir totalmente el momento, porque sabes que el ahora es todo lo que existe. Es hacer todo lo que quieras hacer, vivir la aventura que tu alma te impulse a vivir."
Ramtha

lunes, 6 de junio de 2011

No lo dejes para mañana

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"Lo hare mañana". En algún momento de nuestra vida esta es la frase que mencionamos al encontrarnos frente a algún quehacer o decisión que nos resulta difícil. Y es que la postergación es un terrible mal común que impide el cumplimiento eficaz de los objetivos que nos proponemos, ya sea ser un buen profesional, estudiante, pareja, cantante, etc. y que altera permanentemente la programación de nuestro tiempo. Gracias a esta forma de proceder, muchas veces terminamos “apagando incendios” o haciendo las cosas a última hora. Tenemos que tener en cuenta que no hay nada como el tiempo para arreglar las cosas y que la actitud de buscar ser mejor, desarrollar virtudes y aceptar nuestras responsabilidades resulta la solución.

Posponer una acción promete aparentes beneficios a corto plazo; sin embargo, tiene como consecuencias: el famoso “estrés del último minuto”, la pérdida de importantes oportunidades, la realización de un desempeño mediocre y, debido a todo esto, sentir un gran malestar emocional que nos deja con la amarga sensación de que “hubiera podido salir mejor”, que con las reincidencias se convierte en "no lo haré bien", "no sé que sera de mí", "soy un fracaso en la vida" o "quiero morirme".

La postergación sigue una secuencia característica: se inicia con la toma de decisiones para realizar una tarea determinada con expectativa de buenos resultados; se establece una fecha de inicio y se dilata el momento propuesto para empezar. La diferencia entre el deseo y la demora en actuar produce autorreproches y arrepentimiento. No obstante, se sigue postergando y se intenta terminar la tarea faltando poco tiempo para que venza el plazo. Con frecuencia, se termina después o nunca se termina, lo cual hace que nos quedemos con una sensación de derrota.

Así se van acumulando derrotas, haciéndose cada vez más grandes y pesadas, tornándose en frustraciones y degenerando más tarde en un terrible sentimiento de apatía ante la vida, ya que realmente nunca se hacen las cosas bien. Todo esto indica que nuestra voluntad ha sido mellada. Y sin la fuerza de nuestra voluntad, no podemos alcanzar grandes objetivos, ni en lo material, ni en lo espiritual.

He aquí la importancia de organizarnos y de esforzarnos por llevar a cabo de manera oportuna todas las metas que nos proponemos. No solo para cumplir o quedar bien con los demás, sino para afianzar nuestro compromiso de ser mejores en los pequeños y grandes retos que nos presenta la vida. Así podremos forjar en nuestro interior un gran poder, el poder de la Voluntad.

Cuántas veces hemos postergado la investigación de un tema que nos interesa, la práctica de una afición, el momento de aprender un curso o de revisar nuestra vida para evaluar su rumbo.

"Todo sucede por algo, si estas aqui es porque ya es momento de dejar los remordimientos. Tus experiencias negativas ahora te serviran para que puedas conducirte por el sendero correcto, descubrir lo importante que eres y lo más importante: ayudar a las demás a no cometer los mismos errores."

La Organización Filosófica Nueva Acrópolis en Perú te invita a dejar de postergar el momento de conocerte mejor a ti mismo. En el curso de “Filosofía y Metafísica” conocerás cómo desarrollar tus capacidades, a través de la sabiduría de las más grandes culturas. Descubrirás una forma positiva de ver la vida. Acércate a la sede central en la Av. Javier Prado Este 465, San Isidro en el departamento de Lima, y podrás conocer más ampliamente lo que te ofrece este excelente curso.

viernes, 20 de mayo de 2011

Somos lo que hacemos, no lo que decimos

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Aprende a aplicar principios generales a casos concretos de acuerdo con la naturaleza

La vida prudente empieza por aprender cómo poner en práctica principios como «no hay que mentir». El segundo paso consiste en demostrar la verdad de esos principios, como las razones por las que no hay que mentir. El tercer paso, que conecta los dos primeros, es indicar por qué las explicaciones bastan para justificar los principios.

Aunque el segundo y el tercer paso son valiosos, el primero es el más importante. Pues es demasiado fácil y habitual mentir mientras demostramos ingeniosamente que mentir está mal.


«¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y eh aquí la viga en el ojo tuyo? Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.»
Jesús de Nazareth

Empieza a vivir tus ideales

Ha llegado el momento de que te tomes en serio vivir tus ideales. Una vez que hayas determinado los principios espirituales a los que quieres servir de ejemplo, acata esas reglas como si fueran leyes, como si en efecto fuera pecaminoso incumplirlas. No debe importarte que los demás no compartan tus convicciones. ¿Cuánto más tiempo vas a ser capaz de postergar a quien realmente quieres ser? Tu yo más noble no puede seguir esperando. Pon en práctica tus principios, ahora. Basta de excusas y dilaciones. ¡Esta es tu vida! Ya no eres un niño. Cuanto antes emprendas tu programa espiritual, más feliz serás Cuanto más esperes, más vulnerable serás ante la mediocridad y te sentirás lleno de vergüenza y arrepentimiento, porque sabes que eres capaz de más. A partir de ahora, promete que dejarás de defraudarte a ti mismo. Sepárate de la multitud. Decide ser extraordinario y haz lo que tengas que hacer, ahora.

"Aunque uno recite muy a menudo las escrituras, si es negligente y no actúa en consecuencia, es como el vaquero que cuenta las vacas de los otros. No obtiene los frutos de la Vida Santa."  
Siddharta Gautama

Ejercita la discreción al conversar

La presunción no es el estilo del auténtico filósofo. Nadie disfruta con la compañía de un fanfarrón. Por consiguiente, no agobies a los demás con entusiastas relatos sobre tus hazañas. A nadie le importan mucho tus batallas y aventuras, y si te las consienten durante un rato es por mera educación. Hablar con frecuencia y en exceso de los propios logros resulta cansado y pretencioso. No es preciso que seas el payaso de la clase. Ni tampoco necesitas recurrir a otros métodos poco delicados para convencer a los demás de que eres listo, sofisticado o afable. La charla agresiva, fácil u ostentosa debe evitarse a toda costa. Pues disminuye la estima que te profesan tus conocidos. Mucha gente aliña su discurso con obscenidades en un  intento por dar fuerza e intensidad a lo que dicen o para incomodar a los demás. Niégate a seguir dichas conversaciones. Cuando la gente que te rodea empieza a hablar de forma insustancial e indecente, si puedes, vete, o cuanto menos guarda silencio y deja que la seriedad de tu mirada muestre que te ofende lo grosero de su lenguaje.

"Que tus palabras sean mas importantes que el silencio que rompes"

domingo, 15 de mayo de 2011

El arte de amar (Erich Fromm)

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Además del elemento de dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas del amor. Esos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento.

Que el amor implica cuidado es especialmente evidente en el amor de una madre por su hijo. Ninguna declaración de amor por su parte nos parecería sincera si viéramos que descuida al niño, si deja de alimentarlo, de bañarlo, de proporcionarle bienestar físico; y creemos en su amor si vemos que cuida al niño. Lo mismo ocurre incluso con el amor a los animales y las flores. Si una mujer nos dijera que ama las flores y viéramos que se olvida de regarlas, no creeríamos en su «amor» a las flores. El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos. Cuando falta tal preocupación activa, no hay amor. La esencia del amor es «trabajar» por algo y «hacerlo crecer», el amor y el trabajo son inseparables. Se ama aquello por lo que se trabaja y se trabaja por lo que se ama.

El cuidado y la preocupación implican otro aspecto del amor: el de la responsabilidad. Hoy en día suele usarse ese término para denotar un deber, algo impuesto desde el exterior. Pero la responsabilidad, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano. Ser «responsable» significa estar listo y dispuesto a «responder». La persona que ama, responde. La vida de su hermano no es sólo asunto de su hermano, sino propio.

Siéntese tan responsable por sus semejantes como por sí mismo. Tal responsabilidad, en el caso de la madre y su hijo, atañe principalmente al cuidado de las necesidades físicas. En el amor entre adultos, a las necesidades psíquicas de la otra persona.

La responsabilidad podría degenerar fácilmente en dominación y posesividad, si no fuera por un tercer componente del amor, el respeto. Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere = mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse porque la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. De ese modo, el respeto implica la ausencia de explotación. Quiero que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que les es propia y no para servirme. Si amo a la otra persona, me siento uno con ella, pero con ella tal cual es, no como yo necesito que sea, como un objeto para mi uso. Es obvio que el respeto sólo es posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar sin muletas, sin tener que dominar ni explotar a nadie. El respeto sólo existe sobre la base de la libertad: El amor es hijo de la libertad, nunca de la dominación.

Respetar a una persona sin conocerla, no es posible; el cuidado y la responsabilidad serían ciegos si no los guiara el conocimiento. El conocimiento sería vacío si no lo motivara la preocupación. Hay muchos niveles de conocimiento; el que constituye un aspecto del amor no se detiene en la periferia, sino que penetra hasta el meollo. Sólo es posible cuando puedo trascender la preocupación por mí mismo y ver a la otra persona en sus propios términos.

Puedo saber, por ejemplo, que una persona está encolerizada, aunque no lo demuestre abiertamente; pero puedo llegar a conocerla más profundamente aún; sé entonces que está angustiada, e inquieta; que se siente sola, que se siente culpable. Sé entonces que su cólera no es más que la manifestación de algo más profundo, y la veo angustiada e inquieta, es decir, como una persona que sufre y no como una persona enojada.

Pero el conocimiento tiene otra relación, más fundamental, con el problema del amor. La necesidad básica de fundirse con otra persona para trascender de ese modo la prisión de la propia separatividad se vincula, de modo íntimo, con otro deseo específicamente humano, el de conocer el «secreto del hombre». Si bien la vida en sus aspectos meramente biológicos es un milagro y un secreto, el hombre, en sus aspectos humanos, es un impenetrable secreto para sí mismo -y para sus semejantes-. Nos conocemos y, a pesar de todos los esfuerzos que podamos realizar, no nos conocemos. Conocemos a nuestros semejantes y, sin embargo, no los conocemos, porque no somos una cosa y tampoco lo son nuestros semejantes. Cuanto más avanzamos hacia las profundidades de nuestro ser, o el ser de los otros, más nos elude la meta del conocimiento. Sin embargo, no podemos dejar de sentir el deseo de penetrar en el secreto del alma humana, en el núcleo más profundo que es «él».

Otro camino para conocer «el secreto» es el amor. El amor es la penetración activa en la otra persona, en la que la unión satisface mi deseo de conocer. En el acto de fusión, te conozco, me conozco a mí mismo, conozco a todos -y no «conozco» nada-. Conozco de la única manera en que el conocimiento de lo que está vivo le es posible al hombre -por la experiencia de la unión- no mediante algún conocimiento proporcionado por nuestro pensamiento. El amor es la única forma de conocimiento, que, en el acto de unión, satisface mi búsqueda. En el acto de amar, de entregarse, en el acto de penetrar en la otra persona, me encuentro a mí mismo, me descubro, nos descubro a ambos, descubro al hombre. El anhelo de conocernos a nosotros mismos y de conocer a nuestros semejantes fue expresado en el lema délfico: «Conócete a ti mismo» Tal es la fuente primordial de toda psicología. Pero puesto que deseamos conocer todo del hombre, su más profundo secreto, el conocimiento corriente, el que procede sólo del pensamiento, nunca se puede satisfacer dicho deseo. Aunque llegáramos a conocernos muchísimo más, nunca alcanzaríamos el fondo. Seguiríamos siendo un enigma para nosotros mismos, y nuestros semejantes seguirían siéndolo para nosotros. La única forma de alcanzar el conocimiento total consiste en el acto de amar: ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras. Es una zambullida temeraria en la experiencia de la unión. Sin embargo, el conocimiento del pensamiento, es decir, el conocimiento psicológico, es una condición necesaria para el pleno conocimiento en el acto de amar. Tengo que conocer a la otra persona y a mí mismo objetivamente, para poder ver su realidad, o más bien, para dejar de lado las ilusiones, mi imagen irracionalmente deformada de ella. Sólo conociendo objetivamente a un ser humano, puedo conocerlo en su esencia última, en el acto de amar. Esta afirmación tiene una consecuencia importante para el papel de la psicología en la cultura occidental contemporánea. Si bien la gran popularidad de la psicología indica ciertamente interés en el conocimiento del hombre, también descubre la fundamental falta de amor en las relaciones humanas actuales. El conocimiento psicológico se convierte así en un sustituto del conocimiento pleno del acto de amar, en lugar de ser un paso hacia él.

La experiencia de la unión, con el hombre, o, desde un punto de vista religioso, con Dios, no es en modo alguno irracional. Por el contrario, y como lo señaló Albert Schweitzer, es la consecuencia del racionalismo, su consecuencia más audaz y radical. Se basa en nuestro conocimiento de las limitaciones fundamentales, y no accidentales, de nuestro conocimiento. Es el conocimiento de que nunca «captaremos» el secreto del hombre y del universo, pero que podemos conocerlos, sin embargo, en el acto de amar. La psicología como ciencia tiene limitaciones, y así como la consecuencia lógica de la teología es el misticismo, así la consecuencia última de la psicología es el amor.

Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son mutuamente interdependientes. Constituyen un síndrome de actitudes que se encuentran en la persona madura; esto es, en la persona que desarrolla productivamente sus propios poderes, que sólo desea poseer los que ha ganado con su trabajo, que ha renunciado a los sueños narcisistas de omnisapiencia y omnipotencia, que ha adquirido humildad basada en esa fuerza interior que sólo la genuina actividad productiva puede proporcionar.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Nada te impide poder ser mejor en cada situación

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"Practica el arte de probar si las cosas son efectivamente buenas o no. Si te seduce la promesa de un placer cualquiera, da un paso atrás y concédete algo de tiempo antes de ir a por él sin pensarlo. Desapasiónate y dale un par de vueltas al asunto: ¿este placer me proporcionará un deleite momentáneo o una satisfacción real y duradera?

La calidad de vida y el tipo de persona en que nos convertimos cambian sustancialmente cuando aprendemos a distinguir entre las emociones baratas y las recompensas significativas y duraderas. Si al considerar con calma el placer en cuestión te das cuenta de que en caso de abandonarte al mismo te arrepentirás, absténte y disfruta del dominio sobre tu persona. Refuerza el triunfo de tu carácter y te fortalecerás."
Epicteto


Los acontecimientos son, por si mismos, impersonales e indiferentes

Cuando contemples el futuro, recuerda que todas las situaciones se desenvuelven del modo en que lo hacen sin tener en cuenta cómo nos hacen sentir. Nuestras esperanzas y temores ejercen influencia en nosotros, no en los acontecimientos. Las personas indisciplinadas, llevadas por sus antipatías y simpatías personales, siempre andan en busca de signos para construir o reforzar sus irreflexivos puntos de vista y opiniones. Mas los acontecimientos, por sí mismos, son impersonales, aunque las personas juiciosas sin duda pueden y deben responder a dichos acontecimientos de forma provechosa.

En lugar de personalizar una situación («es mi triunfo», «fue su metedura de pata» o «es mi amargo infortunio») y sacar conclusiones mordaces sobre ti mismo o la naturaleza humana, busca el modo de hacer un buen uso de ciertos aspectos del acontecimiento. ¿Hay algún beneficio, no evidente, encerrado en ese acontecimiento, que un ojo ejercitado pueda discernir?

Presta atención; sé un detective. Tal vez extraigas una lección que podrás aplicar a un caso similar en el futuro. En ningún acontecimiento, por horrible que parezca, no hay nada que nos impida buscar esa oportunidad escondida. No hacerlo supone un fallo de la imaginación. Pero buscar la oportunidad en ocasiones requiere armarse de mucho valor, pues la mayor parte de la gente que te rodea persistirá en interpretar los acontecimientos en los términos más groseros: éxito o fracaso, bueno o malo, bien o mal. Estas categorías simplistas y polarizadas eclipsan otras interpretaciones más relativas (y útiles) de acontecimientos que son mucho más ventajosos e interesantes.
El hombre prudente sabe que es infructuoso proyectar las propias esperanzas y temores en el futuro. Hacerlo sólo conduce a elaborar representaciones melodramáticas mentales y a perder el tiempo. Paralelamente, uno no debería mostrar una aquiescencia pasiva ante el futuro y lo que éste encierra. Limitarse a no hacer nada no evita el riesgo, sino que lo acrecienta. Hay un momento para planear con prudencia y hacer provisiones para las situaciones venideras. Prepararse como es debido para el futuro consiste en adoptar buenos hábitos personales. Esto se hace persiguiendo activamente el bien en todos los aspectos de la vida cotidiana y examinando regularmente las razones que te mueven, para asegurarte de que están libres de las trabas del miedo, la avaricia y la pereza. Si lo haces, los acontecimientos externos dejarán de zarandearte.

Ejercita tus intenciones en lugar de engañarte a ti mismo pensando que puedes manipular los acontecimientos externos. Si la oración o la meditación te sirven de ayuda, practícalas. Pero el consejo divino búscalo solamente cuando la aplicación de tu propia razón no produzca ninguna respuesta, cuando hayas agotado los
demás medios. ¿Qué es un acontecimiento «bueno»? ¿Qué es un acontecimiento «malo»? ¡Tales cosas no existen! ¿Qué es una buena persona? La que alcanza la tranquilidad tras adoptar el hábito de preguntarse en toda ocasión «¿qué es lo correcto?».


La esencia de la fidelidad

La esencia de la fidelidad reside ante todo en sostener opiniones y actitudes correctas con respecto a lo absoluto. Recuerda que el orden divino es inteligente y fundamentalmente bueno. La vida no es una serie de episodios fortuitos y sin sentido, sino un todo ordenado y elegante que obedece a leyes en el fondo comprensibles.

La voluntad divina existe y dirige el universo con justicia y bondad. Aunque no siempre lo parezca —si nos limitamos a ver la superficie de las cosas—, el universo en el que vivimos es el mejor universo posible. Toma la resolución de esperar justicia, bondad y orden, y se te irán revelando progresivamente en todos tus asuntos. Confía en que existe una inteligencia divina cuyas intenciones dirigen el universo. Haz que tu objetivo supremo sea gobernar tu vida de acuerdo con la voluntad del orden divino. Cuando te esfuerces en conformar tus intenciones y acciones al orden divino, no te sentirás acosado, indefenso, confundido o resentido ante las circunstancias de tu vida. Te sentirás fuerte, decidido y seguro.

La fidelidad no es creencia a ciegas; consiste en practicar con constancia el principio de rehuir las cosas que no están bajo nuestro control, dejando que se resuelvan de acuerdo con el sistema natural de responsabilidades. Deja de intentar anticiparte o controlar los acontecimientos. Acéptalos, en cambio, con gracia e inteligencia. Es imposible mantenerse fiel a un propósito ordenado si tiendes a imaginarte que las cosas que escapan a tu poder son inherentemente buenas o malas. Cuando esto sucede, se establece sin más el hábito de culpar a los factores externos por nuestra suerte en la vida, y nos perdemos en una espiral negativa de envidia, discordia, disgusto, ira y reproche. Pues por naturaleza todas las criaturas rechazan las cosas que les harán daño y buscan y admiran las que parecen buenas y provechosas.

El segundo aspecto de la fidelidad es la importancia de observar prudentemente las costumbres de nuestra familia, nuestro país y nuestra comunidad local. Participa en tu comunidad con el corazón puro, sin avaricia ni extravagancia. Haciéndolo, te unes al orden espiritual de tu pueblo y favoreces las aspiraciones esenciales de la humanidad.

La fidelidad es el antídoto de la amargura y la confusión, y nos confiere la convicción de estar preparados para cualquier cosa que la voluntad divina nos destine. Debemos aspirar a ver el mundo como un todo integral, inclinar fielmente todo nuestro ser hacia el bien supremo y adoptar la voluntad de la naturaleza como si fuera la propia.

La felicidad sólo puede hallarse en el interior

La libertad es la única meta que merece la pena en la vida. Se consigue prescindiendo de las cosas que escapan a nuestro control. No podemos tener un corazón alegre si nuestras mentes son un afligido caldero de temor y ambición.

¿Quieres ser invencible? Entonces no entables combate con aquello sobre lo que no tienes un control real. La felicidad depende de tres cosas, y las tres están bajo tu poder: la voluntad, las ideas respecto a los acontecimientos en los que estás envuelto y el uso que hagas de esas ideas.

La auténtica felicidad siempre es independiente de las circunstancias externas. Practica la indiferencia para con las circunstancias externas. La felicidad sólo puede hallarse dentro. Con cuánta facilidad nos deslumbran y nos engañan la elocuencia, los cargos, los títulos, los honores, las posesiones, la ropa cara o un porte afable. No cometas el error de dar por sentado que las celebridades, los personajes públicos, los líderes políticos, los ricos o quienes poseen grandes dotes intelectuales o artísticas son necesariamente felices. Hacerlo es dejarse desconcertar por las apariencias y sólo hará que dudes de ti mismo.

Recuerda: la esencia real de la bondad sólo se halla entre las cosas que están bajo tu control. Si no olvidas esta premisa, no te encontrarás en falso sintiendo envidia o desolación, comparando lamentablemente tus logros con los de los demás. Deja de aspirar a ser otro que tú mismo, pues esto está bajo tu control.

viernes, 29 de abril de 2011

Sobre las impresiones y apariencias

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Llamemos a las cosas por su nombre

Cuando llamamos a las cosas por su nombre, las comprendemos correctamente, sin añadir juicios o información por nuestra cuenta. ¿Que alguien se ducha deprisa? No digamos que se lava poco, sino deprisa. Nombremos la situación tal como es; no la filtremos por nuestros juicios. ¿Que alguien bebe mucho vino? No digas que es un borracho, sino que bebe mucho. A no ser que estés perfectamente al corriente de su vida ¿Cómo sabes que es un borracho?

No te arriesgues a dejarte seducir por las apariencias para construir teorías e interpretaciones basadas en deformaciones que son fruto de dar un nombre equivocado a las cosas. Da tu consentimiento sólo a lo que sea efectivamente cierto.


Evita adoptar los puntos de vista negativos de los demás

Los puntos de vista y los problemas de los demás pueden ser contagiosos. No cometas sabotaje contra ti mismo inconscientemente adoptando actitudes negativas e improductivas fruto de tu trato con terceros. Si te encuentras con un amigo descorazonado, un pariente afligido o un colega que ha sufrido un revés de fortuna, procura no verte superado por el aparente infortunio. Acuérdate de discriminar entre los hechos en sí y la interpretación de los mismos. Recuérdate esto: «Lo que hace daño a esta persona no es el suceso en sí mismo, puesto que otra persona podría no sentirse en absoluto oprimida por la misma situación. Lo que está haciéndole daño es la respuesta que él o ella ha adoptado sin ningún sentido crítico.»

Contribuir a dar rienda suelta a obstinados sentimientos negativos no constituye una demostración de amabilidad o amistad para con las personas por quienes nos interesamos. Seremos de mucha más utilidad, tanto para los demás como para nosotros mismos, si permanecemos al margen y evitamos las reacciones melodramáticas.

Con todo, si te encuentras conversando con alguien que está deprimido, lastimado o frustrado, muestra amabilidad y escúchale con compasión, pero no permitas que termine por desanimarte a ti también.

Los malos tratos son fruto de las falsas impresiones

Si alguien te falta al respeto o habla mal de ti, recuerda que él o ella lo hace teniendo la impresión de que es correcto hacerlo.

Es poco realista esperar que esa persona te vea como te ves tú mismo. Quien saca conclusiones que se fundamentan en falsas impresiones es quien resulta herido, más que tú, puesto que es esa persona quien va descaminada. Cuando alguien interpreta una proposición verdadera como si fuera falsa, la proposición en sí no resulta herida; la persona que sostiene el punto de vista equivocado es quien sale defraudada y, por consiguiente, perjudicada. Una vez que hayas comprendido esto con toda claridad, será más difícil que te sientas insultado por los demás, aunque te injurien.

Puedes decirte a ti mismo: «A esta persona le parece esto, pero no es más que su impresión».

Todo sucede por una buena razón

Dime lo que piensas y te diré quién eres. Evita supersticiones que te lleven a conferir a los acontecimientos unos poderes o significados de los que carecen. No pierdas la cabeza. Nuestras ajetreadas mentes siempre andan sacando conclusiones, manufacturando e interpretando signos que no existen.

Piensa, en cambio, que todo lo que te sucede, sucede por algún bien. Que si has decidido ser feliz, eres feliz. Todo acontecimiento conlleva algún beneficio para ti; basta con que lo busques.

martes, 19 de abril de 2011

Sobre el deber y las relaciones

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Las relaciones con los demás nos revelan nuestros deberes

No eres una entidad aislada, sino una parte única e irreemplazable del cosmos. No lo olvides. Eres una pieza esencial del rompecabezas de la humanidad. Todos formamos parte de una comunidad humana vasta, intrincada y perfectamente ordenada. ¿Mas dónde encajas en esta telaraña de humanidad? ¿A quién le estás obligado?

Busca cuáles son y comprende tus relaciones con las demás personas. Al reconocer las relaciones naturales e identificar los deberes definimos nuestra situación en el esquema cósmico. Los deberes resultan naturalmente de relaciones tan fundamentales como la familia, el vecindario, el lugar de trabajo y el estado o la nación. Debes adquirir el hábito de examinar regularmente tus funciones (padre, hijo, vecino, ciudadano, líder) y los deberes naturales que conllevan. Una vez que sepas quién eres y a quién estás vinculado, sabrás lo que tienes que hacer.

Si un hombre es tu padre, por ejemplo, deberás satisfacer determinadas exigencias emocionales y prácticas. El hecho de que sea tu padre implica un vínculo fundamental y duradero entre vosotros dos. Por naturaleza estás obligado a cuidar de él, a escuchar su consejo, a tener paciencia con sus opiniones y respetar sus indicaciones.

Sin embargo, supongamos que no es un buen padre. Tal vez sea necio, ignorante, grosero o sostenga opiniones muy distintas de las tuyas. ¿Acaso la naturaleza le da a cada uno el padre ideal, o siquiera un padre? Cuando se trata del deber fundamental como hijo o hija, el carácter, la personalidad y los hábitos de tu padre, sean cuales sean, son secundarios. El orden divino no diseña las personas ni las circunstancias a nuestro gusto. Tanto si te resulta agradable como si no, ese hombre es, al fin y al cabo, tu padre, y debes cumplir con tus obligaciones filiales.

Supongamos que tienes un hermano o una hermana que te trata mal. ¿Qué más da? Sigue existiendo el imperativo moral de reconocer y mantener tus deberes fundamentales para con él o ella. No te centres en lo que él o ella hace, sino en seguir tu elevado propósito. Tu propósito debería buscar la armonía con la naturaleza. Pues éste es el verdadero camino hacia la libertad. Deja que los demás actúen como quieran; de todos modos eso escapa a tu control y por consiguiente no te concierne. Comprende que la naturaleza en conjunto está ordenada de acuerdo con la razón, pero que no todo en la naturaleza es razonable.

Cuando pones empeño en llevar a cabo acciones propias de una persona sabia y prudente, intentando conformar tus intenciones y actos a la voluntad divina, no te sientes víctima de las palabras o las acciones de los demás. En el peor de los casos, esas palabras y acciones te parecerán divertidas o lamentables.

Salvo en el caso de malos tratos físicos extremos, los demás no pueden hacerte daño, a no ser que se lo permitas. Y esto sigue siendo cierto aunque la persona en cuestión sea tu padre, hermano, hermana, maestro o patrono. No consientas que te hagan daño y no te lo harán. Sobre esta elección sí tienes control.

La mayor parte de la gente tiende a engañarse a sí misma pensando que la libertad consiste en hacer lo que te hace sentir bien o lo que favorece el bienestar y la tranquilidad. Lo cierto es que quien subordina la razón a la sensación del momento, de hecho es esclavo de sus deseos y aversiones. Está mal preparado para actuar con eficacia y nobleza cuando se presentan desafíos inesperados, cosa que inevitablemente se da.

La auténtica libertad exige mucho de nosotros. Sólo si descubrimos y comprendemos nuestras relaciones fundamentales y cumplimos con entusiasmo con nuestro deber, la verdadera felicidad, a la que todo el mundo aspira, será efectivamente posible.


Céntrate en tu deber principal

Hay un momento y un lugar para la diversión y el entretenimiento, pero no deberías permitir nunca que éstos pasaran por encima de tus auténticos propósitos. Si vas de viaje y el barco echa el ancla en un puerto, puedes bajar a tierra en busca de conchas o plantas. Pero ten cuidado; estate atento a la llamada del capitán. Presta atención al barco. Distraerse con fruslerías es la cosa más fácil del mundo. En cuanto el capitán llame a bordo, debes estar listo para abandonar dichas distracciones y acudir prontamente, sin siquiera volver la vista atrás.

Si eres anciano, no te alejes demasiado del barco o tal vez no consigas presentarte a tiempo cuando te llamen.


No reprimas nunca un impulso generoso

Lleva a cabo todos tus impulsos generosos. No los cuestiones, especialmente si un amigo te necesita; actúa en su nombre. ¡No dudes! No te entretengas con especulaciones sobre los posibles problemas o peligros. Mientras dejes que la razón te muestre el camino, estarás a salvo. Tu deber es estar dispuesto a prestar ayuda a los demás en los momentos de apuro.

"Si tu herida es real y no soy capaz de ayudarte, habré infringido mis normas." 


Habla sólo con buena intención

Se presta mucha atención a la importancia moral de los actos y sus consecuencias. Quienes aspiran a una vida superior también llegan a comprender el con frecuencia ignorado poder moral de las palabras.Uno de los signos más claros de vida moral es hablar correctamente. Perfeccionar el modo de hablar es una de las piedras angulares de todo programa espiritual que se precie.

Ante todo, piensa antes de hablar para asegurarte de que hablas con buena intención. Irse de la lengua es una falta de respeto hacia los demás. Descubrirte a la ligera es una falta de respeto a ti mismo. Mucha gente se siente obligada a expresar cualquier sentimiento, pensamiento o impresión que tenga. Vierten al azar el contenido de su mente indiferentes a las consecuencias. Esto es peligroso tanto en sentido práctico como moral. Si cotilleamos sobre cada una de las ideas que se nos ocurren, sean grandes o pequeñas, podemos desperdiciar fácilmente, en el trivial curso de una charla huera, ideas que tienen verdaderas cualidades.

Hablar desenfrenadamente es como ir dando bandazos en un vehículo sin control destinado a caer en la cuneta. En caso de necesidad, mantente callado o habla con moderación. El habla en sí misma no es buena ni mala, pero se emplea tan a menudo con negligencia, que debes ponerte en guardia. La charla frívola es una charla hiriente; además, es impropio ser un charlatán.

Entra en discusión cuando una ocasión social o profesional así lo requiera, pero sé cauto y asegúrate de que el espíritu y el propósito de la conversación, así como su contenido, siguen mereciendo la pena. La cháchara es seductora. No te dejes atrapar por sus garras.

No es preciso limitarse a temas elevados o filosóficos todo el tiempo, pero ten cuidado de que el parloteo común que pasa por ser una discusión que vale la pena no tenga efectos corrosivos sobre tu elevado propósito. Cuando decimos tonterías sobre cosas triviales, nosotros mismos nos volvemos triviales, pues la atención queda absorta en trivialidades. Nos convertimos en aquello a lo que prestamos atención. Nos volvemos mezquinos cuando entablamos una conversación sobre terceros. En especial, evita acusar, alabar o comparar a la gente.

Si te das cuenta de que la conversación en la que estás inmerso decae hacia la palabrería, intenta, siempre que sea posible, conducirla de nuevo, sutilmente, hacia temas más constructivos. No obstante, si te encuentras entre extraños indiferentes, puedes limitarte a permanecer callado.

Conserva el buen humor y disfruta de unas carcajadas cuando sea apropiado, pero evita la risa floja de cantina que suele degenerar en vulgaridad o malevolencia. Ríete con, pero nunca de.

Siempre que puedas, evita hacer promesas ociosas.

viernes, 1 de abril de 2011

Sobre la vida y las oportunidades

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El dominio de sí mismo depende de la honestidad con uno mismo

Ante todo debes saber quién eres y de qué eres capaz. Así como nada grandioso se crea en un instante, lo mismo sucede con el perfeccionamiento de nuestros talentos y aptitudes. Siempre estamos aprendiendo, siempre estamos creciendo. Lo correcto es aceptar los desafíos. Así es como se progresa hacia el siguiente nivel de desarrollo intelectual, físico o moral. Con todo, no te hagas ilusiones: si intentas ser algo o alguien que no eres, empequeñeces a tu verdadero yo y terminas por no desarrollarte en campos donde podrías destacar de forma natural. En el orden divino cada uno tiene su vocación. Descubre la tuya y síguela fielmente.

Utiliza plenamente lo que te sucede

Cada dificultad con la que tropezamos en la vida nos ofrece la oportunidad de volvernos hacia dentro e invocar a nuestros recursos íntimos. Las pruebas que soportamos pueden y deben darnos a conocer nuestra fuerza. La gente prudente mira más allá del incidente e intenta crearse el hábito de sacarle provecho.

Con ocasión de un suceso accidental, no debes limitarte a reaccionar a la buena de Dios: recuerda que debes volverte hacia dentro y preguntarte con qué recursos cuentas para hacerle frente. Profundiza. Posees fuerzas que a lo mejor aún no conoces. Encuentra la más apropiada. Utilízala.

Si tropiezas con una persona atractiva, el dominio de ti mismo será el recurso necesario; ante el dolor o la debilidad, la fortaleza; ante los insultos, la paciencia. A medida que pase el tiempo y vayas consolidando el hábito de emparejar el recurso íntimo más apropiado a cada incidente, dejarás de tender a dejarte llevar por las apariencias de la vida. Dejarás de sentirte abrumado con tanta frecuencia.

Tómate la vida como si de un banquete se tratara

Piensa en la vida como si se tratara de un banquete en el que te comportases con cortesía. Cuando te pasen las bandejas, extiende la mano y sírvete una porción moderada. Si una fuente te pasa de largo, disfruta de lo que tienes en el plato. Y si un manjar aún no te ha sido ofrecido, espera pacientemente a que te llegue el turno.

Mantén esta misma actitud de educada moderación y gratitud con los hijos, la esposa, la profesión y las finanzas. No hay ninguna necesidad de ansiar, envidiar o apropiarse de nada. Obtendrás la porción justa cuando llegue el momento.

Interpreta siempre bien el papel que te han asignado

Somos como los actores de una obra. La voluntad divina nos ha asignado papeles en la vida sin consultarnos nada. Algunos de nosotros actuaremos en un drama breve; otros, en uno largo. Puede que nos asignen el papel de pobre, de tullido, de distinguida celebridad, de dirigente o el de ciudadano normal y corriente.

Aunque no podemos controlar el papel que se nos asigna, nuestro afán debe ser interpretar el papel asignado tan bien como sea posible y abstenernos de quejarnos del mismo. Sea donde fuere y en cualesquiera circunstancias, ofrece una actuación impecable. Si tienes que leer, lee; si tienes que ser escritor, escribe; si tienes que correr, corre; si tienes que nadar; nada.

Crea tu propio mérito

No dependas nunca de la admiración de los demás. No tiene ningún valor. El mérito personal no puede proceder de una fuente externa. No lo encontrarás en las relaciones personales, ni en la estima de los demás. Es cosa probada que las personas, incluso quienes te quieren, no estarán necesariamente de acuerdo con tus ideas, no te comprenderán ni compartirán tu entusiasmo. ¡Madura! ¡A quién le importa lo que los demás piensen de ti!

Crea tu propio mérito. El mérito personal no puede alcanzarse mediante la relación con personas de gran excelencia. Te ha sido encomendada una labor que debes llevar a cabo. Ponte manos a la obra, hazlo lo mejor que puedas y prescinde de quien pueda estar vigilándote. Lleva a cabo un trabajo útil manteniéndote indiferente al honor y a la admiración que tus esfuerzos puedan suscitar en los demás. El mérito ajeno no existe. Los triunfos y excelencias de los otros sólo a ellos pertenecen. Asimismo, tus posesiones pueden ser excelentes, pero tu persona no adquirirá excelencia a través de ellas.
Piénsalo: ¿qué es realmente tuyo? El uso que haces de las ideas, recursos y oportunidades que se te presentan. ¿Tienes libros? Léelos. Aprende de ellos. Aplica su sabiduría. ¿Tienes conocimientos especializados? Empléalos a fondo y a buen fin. ¿Tienes herramientas? Sácalas de la caja y construye o repara cosas. ¿Tienes una buena idea? Profundiza en ella y llévala a cabo. Saca el mayor provecho de lo que tienes, de lo que es realmente tuyo.

Puedes estar razonablemente a gusto y contento contigo mismo si armonizas tus actos con la naturaleza mediante el reconocimiento de lo que es en verdad tuyo.

Armoniza tus actos con la vida tal como realmente es

No intentes establecer tus propias normas. Compórtate siempre, en todos los asuntos, grandes y públicos o pequeños y privados, de acuerdo con las leyes de la naturaleza. La armonía entre tu voluntad y la naturaleza debería ser tu ideal supremo.

¿Dónde practicar este ideal? En los pormenores de la vida cotidiana, en las tareas y deberes personales. Cuando lleves a cabo una tarea, como darte un baño, hazlo tan bien como puedas, en armonía con la naturaleza. Cuando comas, hazlo tan bien como puedas, en armonía con la naturaleza, y así sucesivamente.

No se trata tanto de qué estás haciendo sino de cómo lo estás haciendo. Mientras comprendamos correctamente este principio y vivamos con arreglo al mismo, aunque surjan dificultades (pues también forman parte del orden divino), la paz interior seguirá siendo posible.

"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto."
Jesús de Nazareth

Nadie puede hacerte daño

La gente no tiene la facultad de hacerte daño. Incluso si te denigran a voz en grito o te golpean, si te insultan, tuya es la decisión de considerar si lo que está ocurriendo es insultante o no. Cuando alguien te irrita, lo único que te está irritando es tu propia respuesta. Por consiguiente, cuando te parezca que alguien te está provocando, recuerda que lo único que te provoca es tu propio juicio del incidente. No permitas que tus emociones se enciendan ante meras apariencias.

Intenta no limitarte a reaccionar al instante. Toma distancia de la situación a fin de tener una perspectiva más amplia. Sosiégate.

Ni vergüenza, ni culpa

Si lo que sentimos acerca de las cosas es lo que nos atormenta, más que las cosas en sí mismas, resulta absurdo culpar a los demás. Por consiguiente, cuando sufrimos un revés, una molestia o una aflicción, no les echemos la culpa a los demás, sino a nuestra propia actitud. La gente mezquina suele reprochar a los demás su propio infortunio. La mayoría de la gente se lo reprocha a sí misma. Quienes se consagran a una vida de sabiduría comprenden que el impulso de culpar a algo o a alguien es una necedad, que nada se gana con culpar, ya sea a los demás o a uno mismo.

Uno de los signos que anuncian el alborear del progreso moral es la gradual extinción de la culpa. Vemos la futilidad de la acusación. Cuanto más examinamos nuestras actitudes y trabajamos sobre nosotros mismos, menos susceptibles somos de ser barridos por reacciones emocionales tormentosas en las que buscamos explicaciones fáciles a sucesos espontáneos.

Las cosas son sencillamente lo que son. Los demás que piensen lo que quieran; no es asunto nuestro. Ni vergüenza, ni culpa.