miércoles, 11 de mayo de 2011

Nada te impide poder ser mejor en cada situación

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"Practica el arte de probar si las cosas son efectivamente buenas o no. Si te seduce la promesa de un placer cualquiera, da un paso atrás y concédete algo de tiempo antes de ir a por él sin pensarlo. Desapasiónate y dale un par de vueltas al asunto: ¿este placer me proporcionará un deleite momentáneo o una satisfacción real y duradera?

La calidad de vida y el tipo de persona en que nos convertimos cambian sustancialmente cuando aprendemos a distinguir entre las emociones baratas y las recompensas significativas y duraderas. Si al considerar con calma el placer en cuestión te das cuenta de que en caso de abandonarte al mismo te arrepentirás, absténte y disfruta del dominio sobre tu persona. Refuerza el triunfo de tu carácter y te fortalecerás."
Epicteto


Los acontecimientos son, por si mismos, impersonales e indiferentes

Cuando contemples el futuro, recuerda que todas las situaciones se desenvuelven del modo en que lo hacen sin tener en cuenta cómo nos hacen sentir. Nuestras esperanzas y temores ejercen influencia en nosotros, no en los acontecimientos. Las personas indisciplinadas, llevadas por sus antipatías y simpatías personales, siempre andan en busca de signos para construir o reforzar sus irreflexivos puntos de vista y opiniones. Mas los acontecimientos, por sí mismos, son impersonales, aunque las personas juiciosas sin duda pueden y deben responder a dichos acontecimientos de forma provechosa.

En lugar de personalizar una situación («es mi triunfo», «fue su metedura de pata» o «es mi amargo infortunio») y sacar conclusiones mordaces sobre ti mismo o la naturaleza humana, busca el modo de hacer un buen uso de ciertos aspectos del acontecimiento. ¿Hay algún beneficio, no evidente, encerrado en ese acontecimiento, que un ojo ejercitado pueda discernir?

Presta atención; sé un detective. Tal vez extraigas una lección que podrás aplicar a un caso similar en el futuro. En ningún acontecimiento, por horrible que parezca, no hay nada que nos impida buscar esa oportunidad escondida. No hacerlo supone un fallo de la imaginación. Pero buscar la oportunidad en ocasiones requiere armarse de mucho valor, pues la mayor parte de la gente que te rodea persistirá en interpretar los acontecimientos en los términos más groseros: éxito o fracaso, bueno o malo, bien o mal. Estas categorías simplistas y polarizadas eclipsan otras interpretaciones más relativas (y útiles) de acontecimientos que son mucho más ventajosos e interesantes.
El hombre prudente sabe que es infructuoso proyectar las propias esperanzas y temores en el futuro. Hacerlo sólo conduce a elaborar representaciones melodramáticas mentales y a perder el tiempo. Paralelamente, uno no debería mostrar una aquiescencia pasiva ante el futuro y lo que éste encierra. Limitarse a no hacer nada no evita el riesgo, sino que lo acrecienta. Hay un momento para planear con prudencia y hacer provisiones para las situaciones venideras. Prepararse como es debido para el futuro consiste en adoptar buenos hábitos personales. Esto se hace persiguiendo activamente el bien en todos los aspectos de la vida cotidiana y examinando regularmente las razones que te mueven, para asegurarte de que están libres de las trabas del miedo, la avaricia y la pereza. Si lo haces, los acontecimientos externos dejarán de zarandearte.

Ejercita tus intenciones en lugar de engañarte a ti mismo pensando que puedes manipular los acontecimientos externos. Si la oración o la meditación te sirven de ayuda, practícalas. Pero el consejo divino búscalo solamente cuando la aplicación de tu propia razón no produzca ninguna respuesta, cuando hayas agotado los
demás medios. ¿Qué es un acontecimiento «bueno»? ¿Qué es un acontecimiento «malo»? ¡Tales cosas no existen! ¿Qué es una buena persona? La que alcanza la tranquilidad tras adoptar el hábito de preguntarse en toda ocasión «¿qué es lo correcto?».


La esencia de la fidelidad

La esencia de la fidelidad reside ante todo en sostener opiniones y actitudes correctas con respecto a lo absoluto. Recuerda que el orden divino es inteligente y fundamentalmente bueno. La vida no es una serie de episodios fortuitos y sin sentido, sino un todo ordenado y elegante que obedece a leyes en el fondo comprensibles.

La voluntad divina existe y dirige el universo con justicia y bondad. Aunque no siempre lo parezca —si nos limitamos a ver la superficie de las cosas—, el universo en el que vivimos es el mejor universo posible. Toma la resolución de esperar justicia, bondad y orden, y se te irán revelando progresivamente en todos tus asuntos. Confía en que existe una inteligencia divina cuyas intenciones dirigen el universo. Haz que tu objetivo supremo sea gobernar tu vida de acuerdo con la voluntad del orden divino. Cuando te esfuerces en conformar tus intenciones y acciones al orden divino, no te sentirás acosado, indefenso, confundido o resentido ante las circunstancias de tu vida. Te sentirás fuerte, decidido y seguro.

La fidelidad no es creencia a ciegas; consiste en practicar con constancia el principio de rehuir las cosas que no están bajo nuestro control, dejando que se resuelvan de acuerdo con el sistema natural de responsabilidades. Deja de intentar anticiparte o controlar los acontecimientos. Acéptalos, en cambio, con gracia e inteligencia. Es imposible mantenerse fiel a un propósito ordenado si tiendes a imaginarte que las cosas que escapan a tu poder son inherentemente buenas o malas. Cuando esto sucede, se establece sin más el hábito de culpar a los factores externos por nuestra suerte en la vida, y nos perdemos en una espiral negativa de envidia, discordia, disgusto, ira y reproche. Pues por naturaleza todas las criaturas rechazan las cosas que les harán daño y buscan y admiran las que parecen buenas y provechosas.

El segundo aspecto de la fidelidad es la importancia de observar prudentemente las costumbres de nuestra familia, nuestro país y nuestra comunidad local. Participa en tu comunidad con el corazón puro, sin avaricia ni extravagancia. Haciéndolo, te unes al orden espiritual de tu pueblo y favoreces las aspiraciones esenciales de la humanidad.

La fidelidad es el antídoto de la amargura y la confusión, y nos confiere la convicción de estar preparados para cualquier cosa que la voluntad divina nos destine. Debemos aspirar a ver el mundo como un todo integral, inclinar fielmente todo nuestro ser hacia el bien supremo y adoptar la voluntad de la naturaleza como si fuera la propia.

La felicidad sólo puede hallarse en el interior

La libertad es la única meta que merece la pena en la vida. Se consigue prescindiendo de las cosas que escapan a nuestro control. No podemos tener un corazón alegre si nuestras mentes son un afligido caldero de temor y ambición.

¿Quieres ser invencible? Entonces no entables combate con aquello sobre lo que no tienes un control real. La felicidad depende de tres cosas, y las tres están bajo tu poder: la voluntad, las ideas respecto a los acontecimientos en los que estás envuelto y el uso que hagas de esas ideas.

La auténtica felicidad siempre es independiente de las circunstancias externas. Practica la indiferencia para con las circunstancias externas. La felicidad sólo puede hallarse dentro. Con cuánta facilidad nos deslumbran y nos engañan la elocuencia, los cargos, los títulos, los honores, las posesiones, la ropa cara o un porte afable. No cometas el error de dar por sentado que las celebridades, los personajes públicos, los líderes políticos, los ricos o quienes poseen grandes dotes intelectuales o artísticas son necesariamente felices. Hacerlo es dejarse desconcertar por las apariencias y sólo hará que dudes de ti mismo.

Recuerda: la esencia real de la bondad sólo se halla entre las cosas que están bajo tu control. Si no olvidas esta premisa, no te encontrarás en falso sintiendo envidia o desolación, comparando lamentablemente tus logros con los de los demás. Deja de aspirar a ser otro que tú mismo, pues esto está bajo tu control.

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