lunes, 19 de enero de 2015

[Khalil Gibran] El Profeta - El Amor


Cuando el amor os llame, seguidlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos. Aunque la espada entre ellas escondida os hiriera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal cómo el viento norte devasta los jardines.
"Aquí otro error muy frecuente: la ilusión de que el amor significa necesariamente la ausencia de conflicto. Así como la gente cree que el dolor y la tristeza deben evitarse en todas las circunstancias, supone también que el amor significa la ausencia de todo conflicto."
Erich Fromm
Porque, así como el amor os corona, así os crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.

Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.

Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.

Pero si, en vuestro miedo, buscáreis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.
Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.
El amor infantil sigue el principio: “Amo porque me aman”. El amor maduro obedece al principio: “Me aman porque amo”. El amor inmaduro dice: “Te amo porque te necesito”. El amor maduro dice: “Te necesito porque te amo”.
Erich Fromm

Cuando améis no debéis decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de Dios."
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.

El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.

viernes, 9 de enero de 2015

Año Nuevo ¿Vida Nueva?

Cuando se acerca el fin de un año, el fin de un pequeño ciclo dentro de nuestras vidas, suele acometernos el deseo de repasar ese ciclo y las cosas que hemos llevado a cabo durante su transcurso.

Éxitos y fracasos pasan rápidamente –demasiado rápidamente– delante de nuestros ojos, de la imaginación, y preferimos olvidar todo prometiéndonos mil mejoras para el próximo lapso que, finalmente, no será muy diferente al anterior.

Dos problemas coinciden de manera influyente en este panorama, dos problemas a los que queremos referirnos en este artículo, para dar nuestra visión filosófica.

Uno de los conflictos mayores es la indecisión de los humanos acerca de lo que verdaderamente queremos ser y hacer. Esto lleva a vegetar en vidas medianas, opacas y carentes del brillo del idealismo. Todo se resuelve en una perpetua angustia, que se borra apenas por fugaces momentos, pero que nunca es erradicada, porque en realidad nunca desaparece. El trasfondo de este problema es simple pero profundo: la angustia diaria, la angustia del momento presente, es el resultado de otras radicales y angustiosas preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? Si el ser humano no tiene definidos ni sus principios ni sus fines, ¿cómo puede definir su momento presente?

"Te advierto, quien quieras que fueres,
Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza,
que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas,
tampoco podrás hallarlo fuera.
Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa,
¿cómo pretendes encontrar otras excelencias?
En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros
Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses."
Oráculo de Delfos

Para decidirse a hacer algo, para decidirse a ser alguien, hay que SABER qué es el hombre en general, y quiénes somos particularmente cada uno de nosotros. Es necesario resolver el origen y el fin de nuestras vidas, no en la vulgar respuesta de la materia que "aparece y desaparece" por "leyes casuales", sino en la verdad de una Ley Causal que encierra el misterio de nuestras vidas humanas y de todas cuantas formas de vida existen. Hay que adentrarse hasta la Raíz Divina –bajo el nombre que a Ella quiera dársele– para reconocer la propia raíz humana. Hay que vibrar con el ritmo de la evolución universal para sentirse igualmente imbricados dentro de ese ritmo, y comprometidos con esa misma evolución. Entonces podremos vivir años distintos unos de los otros, años mejores unos que otros a medida que ellos transcurren; entonces se borrará la opacidad de nuestras vidas, pues cad a minuto que pase será un minuto de mayor claridad interior.

El otro conflicto es la confusión entre lo temporal y lo atemporal, entre lo que vive y se gasta y aquello otro que perdura sin desgaste. Indudablemente nuestras vidas suponen un juego perpetuo entre valores temporales y cambiantes y valores perpetuos y estables. Pero hay que llegar a diferenciar perfectamente unos de otros.

Del mismo modo en que ninguno de nosotros puede identificarse totalmente con el cuerpo; del mismo modo en que, aunque el cuerpo envejece, nosotros podemos seguir siendo jóvenes por dentro, porque la juventud radica en el alma, así, y no de otra forma, debemos escoger como guía aquellos valores que no perecen con el tiempo.

La diferencia está entre lo duradero y lo eterno. Lo duradero, dura… pero finalmente se acaba; se traduce en modas más o menos largas, pero modas al fin. Lo eterno es siempre, ahora, antes y después; aunque miles de voces “de moda” pretendan disminuir lo eterno, ello vive fuertemente arraigado en cada uno de nosotros.

"Nada hay superior a la verdad."
H.P Blavastky

El hombre de las viejas civilizaciones, ese que hoy aparece en forma de coloridas imágenes en los libros de historia, y el hombre de nuestros días, ambos siguen entendiendo de la misma forma el valor del Bien, de la Virtud, de la Amistad, del Amor, del Honor, del Deber, de la Fidelidad...

Si abandonamos las falsas vergüenzas, las que nacen de las modas fugaces, no existirán temores al manifestar que todavía nos importa, y mucho, el seguir siendo buenos, fieles, amorosos, honorables, valientes, virtuosos, en general.

La actitud filosófica no se fundamenta en modas, sino en verdades. Las modas muchas veces son apenas producto de la cobardía interior. Lamentablemente, si ser virtuoso es difícil, entonces se menoscaba la virtud y se la desprecia lo suficiente como para que nadie se preocupe en alcanzarla. Pero si despierta el Hombre Interior, se alzará por encima de estas cuestiones temporales y variables, y hará oír su voz cálidamente eterna.

"La peor cobardía es saber qué es lo justo y no hacerlo."
Confucio

El Año Nuevo es lo que cambia; el tiempo es lo eterno. Un año y otro se distinguen por el acento que pongamos nosotros mismos en ellos, pero nosotros seguimos siendo los mismos. El nuevo ciclo debe suponer un respiro en el camino, un alto para meditar y planificar, sin olvidar la continuidad, la suma de experiencias y esfuerzos anteriores. Y, sobre todo, supone la promesa con nosotros mismos de avanzar un paso más, hacia una nueva meta en aquello que decidimos lograr.

Entonces, unidos podremos brindar por un Año no solo Nuevo, sino Mejor.