miércoles, 26 de octubre de 2011

Versos para adiestrar la Mente

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El gueshe tibetano Langri Tangpa (1054-1123), el discípulo principal de Atisha, compuso estos versos que son un resumen de las enseñanzas conocidas como loyong en el Tíbet pero cuya historia viene de las grandes universidades budistas del norte de la India.

Son de gran importancia para la budismo tibetano en general, pero especialmente para la escuela kadampa. Son esencialmente reflexiones y ejercicios espirituales relacionado con la práctica de Bodhicitta, tan importante en la tradición Mahayana.

La palabra Bodhicitta es la combinación de las palabras sánscritas bodhi y citta. Bodhi significa despertar o iluminación. Citta puede traducirse como mente o espíritu. Bodhicitta puede ser traduciendo entonces como Mente de Iluminación o Espíritu de Despertar. Bodhicitta es el deseo de obtener la iluminación para servir de beneficio a todos los seres sintientes que están atrapados en la existencia cíclica del samsara y no han alcanzado la Iluminación. Aquel que obtiene la Bodhicitta como motivación principal en todas sus actividades y hechos se llama Bodhisattva.


Pensando en que todos los seres sentientes
son aún más valiosos que la joya que colma los deseos,
con el fin de alcanzar el supremo propósito,
pueda yo siempre considerarles preciosos.

Dondequiera que vaya, con quienquiera que esté,
pueda yo ser humilde para con los demás y,
desde lo más hondo de mi corazón,
considerarles a todos sumamente preciosos.

Que sea yo capaz de examinar mi mente en todas las acciones,
y en el momento en que aparezca un estado negativo,
ya que nos pone en peligro a mí mismo y a los demás,
pueda yo hacerle frente y apartarlo.

Cuando vea a seres de disposición negativa
o a los que están oprimidos por la negatividad o el dolor,
pueda yo considerarlos tan preciosos como un tesoro hallado,
pues son difíciles de encontrar.

Cuando otros, impulsados por los celos,
me injurian y tratan de otros modos injustos,
pueda yo aceptar la derrota sobre mí,
y ofrecer la victoria a los demás.

Cuando una persona a quien he ayudado,
o en quien he depositado todas mis esperanzas
me daña muy injustamente,
pueda yo verla como a un amigo sagrado.

En resumen, que pueda yo ofrecer, directa e indirectamente,
toda alegría y beneficio a todos los seres y que sea capaz de tomar
secretamente sobre mí todo su dolor y sufrimiento.

Que no se vean mancillados por los conceptos
de los ocho intereses mundanos
y, conscientes de que todas las cosas son ilusorias,
que puedan ellos, sin aferramiento, verse libres de las ataduras.


Debido a que nuestro aferramiento hacia nosotros mismos y hacia nuestro cuerpo es mayor que hacia otros objetos, debemos comenzar contemplando la vacuidad de estos dos fenómenos. La vacuidad no es la nada, sino la carencia de existencia inherente. La mente de autoaferramiento proyecta de manera errónea una existencia inherente a los fenómenos. 

Shuniata o vacuidad significa que no hay nada que posea una esencia individual y, por tanto, que todo está vacío, sin una realidad independiente. Todo lo que existe está relacionado y es interdependiente, y la aparente pluralidad de individualidades es un carácter ilusorio de nuestra existencia. Cabe destacar que el concepto de shuniata nunca implica que la realidad no exista, no equivale al cero (aunque en la India la idea del cero parte de la idea de la shunia) o a una ausencia total. No es sinónimo de nihilismo

Contrariamente sugiere una realidad última, que no puede clasificarse en las categorías de la lógica. Es una pieza central de toda la filosofía budista, de manera que toda enseñanza sobre la naturaleza de la realidad se desarrollará a fin de ayudar a comprender qué es esa vacuidad.

viernes, 14 de octubre de 2011

Fortaleza, Amor y Justicia

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¿Qué puede haber en el universo que represente un peligro para otra criatura, si todas somos hijas del mismo Dios? Lo más seguro es que la gran mayoría crea encontrar más de una respuesta a esta pregunta, no solo porque los que más necesitan son los que menos tienen, la deforestación y la destrucción continua de hábitats naturales pareciera no importarle a muchos, sino porque en nuestra propia historia notamos que desde la aparición de las primeras criaturas y el nacimiento de las primeras civilizaciones han habidos conflictos.

“El hombre se cree libre por ignorancia de las leyes naturales.”
Spinoza

Las civilizaciones se expandían, invadían y luchaban. Entre hermanos se asesinaban sin entender que todos somos iguales, que nos rigen las mismas leyes y que nuestro destino como humanidad está en el mismo lugar. Era un mundo donde no se respetaban ni a las mujeres ni a los niños en las encarnizadas guerras, donde la venganza y el ojo por ojo eran algo del día a día. Un mundo donde el mío y el tuyo, el egoísmo y el interés, la propiedad privada y la envidia se desarrollaban.

“La propiedad es la fuente de la violencia.”
Rousseau

Tenemos que entender que la humanidad está en formación y que cada cosa que ocurre es necesaria para aprender. Con el tiempo notemos que aunque muchas civilizaciones buscaban expandirse bajo la dirección del ego animal y la avaricia, nacieron algunas pequeñas civilizaciones que buscaban hacer la paz o iban por un sendero más humano como los Esenios. En un mundo donde rige la ley de la polaridad, para comprender el frio necesitamos del calor, así entre la paz y la guerra, entre la alegría y la tristeza, entre la sabiduría y la necedad, entre el algo y la nada.

“No esperes cambiar el curso de los acontecimientos, porque las plantas toman un tiempo para crecer y dar fruto y las humanidades lo hacen también.”
Kwan Yin

Pese a los grandes esfuerzos de estas civilizaciones, de las hermosas enseñanzas de los grandes maestros y de los enriquecedores diálogos de los verdaderos filósofos que hemos tenido a lo largo de la historia pareciera que las cosas continúan igual. Tenemos que aprender que no hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, apúrate ya, crece!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. 

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratamos de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiramos a resultados en corto plazo, abandonamos todo súbitamente justo cuando ya estábamos a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que solo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. 

En el paso de los siglos y de las edades, las palabras de los maestros y los sabios fueron tergiversadas muchas veces, las verdades sublimes se fueron degradando; la historia cambia el curso de los acontecimientos. Sin embargo hay algo muy posible que nos hayan querido dar todos a entender: Todo en el universo se mueve bajo el influjo de dos grandes fuerzas, el Amor, que todo lo une, que todo lo funde, que no es sino armonía; y la Justicia, la fuerza que equilibra el amor.

La justicia es la fuerza que mantiene a los astros girando unos alrededor de otros, que mantiene a los átomos en perfecto equilibrio, vibrando, uno, alrededor de otro. La justicia es la fuerza que mantiene a cada creación dentro de su línea de acción sin violar los derechos de los demás. Si por amor los seres se unen, por justicia, lo hacen en equilibrio y en armonía. Si por amor un ser se entrega a otro, por justicia, lo hace en perfecto equilibrio y respeto. Si por amor Dios ha creado a todo el universo, por justicia, le permite que su evolución sea gobernada por leyes. Son el amor y la justicia, las dos grandes fuerzas que regulan la armonía del universo. Todo lo que ocurre es necesario.


“El hombre no puede hacerse sin sufrimiento, porque es a la vez el mármol y el escultor.”
Giordano Bruno

Ahora.. ¿Qué puede haber en el universo que represente un peligro para otra criatura, si todas somos hijas del mismo Dios?

miércoles, 12 de octubre de 2011

El anhleo de triunfar

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En todos los tiempos el éxito ha sido una meta, aunque no siempre se ha considerado al éxito de igual manera. Lo que señalaba el triunfo hace un siglo o unas décadas atrás, hoy bien puede ser un anhelo desenfocado y pasado de moda, mientras que otras ambiciones han ocupado el lugar de las anteriores.

Últimamente el triunfo está delimitado por el prestigio social y el poder económico. No es de extrañar que los jóvenes sobre todo, dirijan sus aspiraciones hacia esas fórmulas de éxito si quieren integrarse en las sociedades en las que viven. Hoy una carrera suele elegirse en función al prestigio y la riqueza que otorgan. Aumenta la lista de carreras que ofrecen un éxito rápido y abundante, una posición social entendida como sólida y duradera.

Si éstas fueran verdaderamente fórmulas para triunfar en la vida, debería haber muchos más seres felices de los que encontramos.  A menos que aceptemos que una cosa es el triunfo y otra la felicidad.

¿Debemos, tal vez, plantearnos otros estilos de triunfo que, si bien no se ajustan a las modalidades aceptadas, pueden llegar a ser más efectivos?.

Proponemos unas sencillas claves para lograr un triunfo más humano, más estable, más acorde con nuestros sueños y aspiraciones.

"Si quieres que tus sueños se hagan realidad, despierta"
  • No basta con soñar para convertirse en un triunfador. Hay que desarrollar la voluntad de acción.

  • "Solo a través del conocimiento propio puede el hombre participar en la comunidad moral y cumplir con su función en el gran diseño del universo."

  • Conocerse a sí mismo. Mal podemos enfocar un trabajo provechoso si no sabemos quiénes somos, cuáles son nuestras habilidades y posibilidades.

  • "Compórtate siempre, en todos los asuntos, grandes y públicos o pequeños y privados, de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Cuando lleves a cabo una tarea, como darte un baño, hazlo tan bien como puedas, en armonía con la naturaleza. Cuando comas, hazlo tan bien como puedas, en armonía con la naturaleza, y así sucesivamente."

  • Poner luz y entusiasmo en todos los sitios –externos e internos- en los que estamos.

  • Hacer bien todos los trabajos que emprendemos, no por el premio que podamos recibir sino por la satisfacción de comprobar nuestra propia eficacia.

  • "Lleva a cabo un trabajo útil manteniéndote indiferente al honor y a la admiración que tus esfuerzos puedan suscitar en los demás."

  • Recordar los pequeños triunfos. Esto reforzará nuestra seguridad en nosotros mismos. “Si pude ayer, podré mañana”.

  • "Las pruebas que soportamos pueden y deben darnos a conocer nuestra fuerza."

  • Concebir las dificultades no como problemas, sino como pruebas para nuestra inteligencia y nuestra voluntad.

  • "La gente prudente mira más allá del incidente e intenta crearse el hábito de sacarle provecho."

  • Estar atentos para aprovechar todas las oportunidades.

  • "Lleva a cabo todos tus impulsos generosos. No los cuestiones, especialmente si un amigo te necesita; actúa en su nombre. ¡No dudes!."

  • Esforzarse en comprender y en ayudar generosamente a los otros pues es la mejor forma de sentirse a gusto con uno mismo.

  • Buscar el sentido de la vida y tratar de encontrar el de la nuestra. Nada sucede al azar...

Quien pueda alcanzar estos logros es realmente un triunfador.  Y aunque nadie lo confiese porque la moda no lo permite, a todos les gustaría alcanzar este estilo de éxito.

La Organización Internacional Filosófica Nueva Acrópolis te invita a obtener un triunfo fundamental: el del conocimiento de ti mismo y de tus poderes interiores. El Curso de Filosofía y Metafísica te enseña a reflexionar para que puedas decidir siempre lo mejor para tu vida y tu entorno. Nos basamos en las enseñanzas prácticas de los hombres más sabios de la historia.