miércoles, 23 de marzo de 2011

Sobre la vida y la prudencia

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“Cuando alguien prudente se enfrenta a un reto, se mira a sí mismo; 
cuando recibe alabanzas, sonríe para sí, impasible; 
cuando es objeto de calumnias, no siente necesidad de defender su nombre.
El hombre prudente armoniza sus deseos con la vida tal como es 
y trata de evitar solamente las cosas que le impedirían ejercer su voluntad correctamente. 
Ejercita la moderación en todos sus asuntos.
 Y parecer ignorante o simple, no es algo que le concierna. Sabe que sólo tiene que vigilarse a sí mismo y a la dirección de sus deseos.”
Epicteto

Quienes busquen una vida en la prudencia serán objeto de burla

Quienes buscan una vida superior en la prudencia, quienes aspiran a vivir fieles a sus principios espirituales, deben estar preparados para ser objeto de burla y condena. Muchas personas que bajan progresivamente el listón de sus aspiraciones personales en un intento de ganar aceptación social y más comodidad en la vida terminan amargamente resentidos con quienes tienen inclinaciones filosóficas y se niegan a comprometer sus ideales espirituales en su búsqueda por mejorarse a sí mismos. Nunca vivas en función de estas almas desdichadas. Compadécete de ellas al tiempo que te mantienes firme en lo que tú sabes que es bueno.

"Aquel que se aplica a lo que debe ser evitado y no se aplica a lo que debe ser obtenido y abandona su búsqueda, abocándose a los placeres, envidiará al que ha procedido de modo contrario."
Siddharta Gautama

Cuando inicies tu programa de progreso espiritual, es probable que las personas que te rodean se mofen de ti y te acusen de arrogancia. Tu cometido es comportarte con humildad y ser consecuente con tus ideales morales. Aférrate a lo que en el fondo de tu corazón sabes que está bien. Así, si eres constante, las mismas personas que se burlaban de ti terminarán por admirarte. Pero si permites que las opiniones malintencionadas te hagan titubear en tus propósitos, incurrirás en una doble falta.

"Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros."
Jesús de Nazareth

El pensamiento claro es vital

La vida prudente está regida por la razón. Es importante aprender a pensar con claridad. El pensamiento claro no es una empresa azarosa. Exige una preparación adecuada. Mediante un pensamiento claro somos capaces de dirigir la voluntad, ser fieles a nuestro auténtico propósito y descubrir los vínculos que nos unen a los demás y los deberes que resultan de dichas relaciones. Todos deberíamos aprender a identificar el pensamiento sensiblero y falaz. Estudia la legitimidad de las inferencias, de forma que evites sacar conclusiones sin fundamento.

Por ejemplo, he aquí unos casos de falsa lógica: «Soy más rico que tú; por consiguiente, soy mejor que tú». Nos encontramos continuamente ante afirmaciones tan absurdas como ésta, pero son una falacia absoluta. La inferencia válida que podría sacarse es ésta: «Soy más rico que tú; por consiguiente, tengo más posesiones o dinero que tú».

"Dedica tiempo a estudiar asiduamente el pensamiento claro y no te encontrarás con los ojos vendados. Una sólida formación lógica y las reglas de la discusión eficiente te serán de gran ayuda."
Epicteto

Otro ejemplo: «Hablo de forma más persuasiva que tú; por consiguiente, soy mejor que tú». De aquí sólo se puede concluir: «Hablo de forma más persuasiva que tú; por consiguiente, mis discursos tienen más efecto que los tuyos». Pero recuerda: el carácter nada tiene que ver con las propiedades o los discursos persuasivos.

Vivir la prudencia es más importante que ser versado en ella

No te presentes como persona prudente ni discutas tus aspiraciones espirituales con gentes que no las apreciarán. Muestra tu carácter y tu compromiso con la nobleza personal mediante tus actos. Si deseas poner a prueba tu resistencia, hazlo por ti mismo, no por los demás. No estés henchido de orgullo si eres capaz de cubrir tus necesidades con un coste muy pequeño. La primera tarea de quien quiere vivir con prudencia es liberarse de los límites del ensimismamiento. No se trata de ser mejor que los demás, sino ser mejor que uno mismo cada día.


"Hay una gran diferencia entre decir y hacer cosas valiosas. No otorgues demasiado peso específico a la mera erudición. Recuerda que lo importante no es ser capaz de hablar con fluidez de temas abstrusos. Lo esencial es comprender la naturaleza y alinear las intenciones y actos con la forma de ser de las cosas. Fíjate en el ejemplo de las personas cuyos actos son coherentes con los principios que profesan."
Epicteto

Piensa en cuánto más frugales que nosotros son los pobres, cuánto mejor hacen frente a las dificultades. Si quieres desarrollar tu capacidad para vivir con sencillez, hazlo por ti mismo, hazlo quedamente, y no lo hagas para impresionar a los demás.

"Aunque uno recite muy a menudo las escrituras, si es negligente y no actúa en consecuencia,
es como el vaquero que cuenta las vacas de los otros. No obtiene los frutos de la Vida Santa.

Aunque uno recite poco las escrituras, si se conduce según la Enseñanza, abandonando el deseo, el odio y la ilusión, provisto con una mente bien liberada y no apegándose a nada ni aquí ni después, obtiene los frutos de la Vida Santa."
Siddharta Gautama

Considera lo que viene en primer lugar, luego lo que le sigue, y entonces actúa

Cultiva el hábito de estudiar y examinar una acción futura antes de emprenderla. Antes de obrar, retrocede para tener una visión más amplia, para no actuar a la ligera obedeciendo a un impulso. Determina lo que sucede primero, considera adónde conduce y entonces actúa de acuerdo con lo que hayas aprendido. Cuando actuamos sin prudencia, podemos iniciar una tarea con gran entusiasmo; luego, cuando aparecen consecuencias imprevistas o indeseadas, nos retiramos vergonzosamente y llenos de pesar: «Habría hecho esto; podría haber hecho lo otro; debería haberlo hecho de otro modo».

Supongamos que quieres conseguir una medalla en los Juegos Olímpicos. Eso está muy bien, pero debes tomar en consideración en qué te estás involucrando. ¿Qué conlleva un deseo como este? ¿Qué es lo primero que debes hacer? ¿Y luego? ¿Qué te van a exigir? ¿Y qué se deriva de ello? Esta línea de acción, ¿te será realmente beneficiosa? Si lo es, adelante. Si deseas ganar en los Juegos Olímpicos, para prepararte como es debido tendrás que seguir un programa estricto que te llevará al límite de tu resistencia. Tendrás que someterte a normas muy exigentes, seguir una dieta adecuada, olvidarte de los dulces y los postres, entrenar concienzudamente y con regularidad haga frío o calor, y dejar de beber. Tendrás que obedecer las instrucciones de tu entrenador como si fueran las de un médico. Luego, una vez que ya estés compitiendo, hay bastantes posibilidades de que te tiren a la cuneta. Puedes lastimarte un brazo, torcerte el tobillo, caer de bruces al barro; y tras pasar por todo esto, puede que fracases.

Después de contemplar todas estas posibilidades, prestando atención a todas las cosas que pueden suceder y a sus consecuencias, si tu resolución se mantiene firme, debes ejercitar tu juicio. Si en conjunto sigues pensando que te conviene, participa en los Juegos, y hazlo de todo corazón.

Al ver las cosas con perspectiva estableces la diferencia entre tú mismo y el diletante, la persona que juega a cualquier cosa mientras resulte cómodo o interesante. No es esa una postura noble. Piensa detenidamente en las cosas y comprométete de pleno. De otro modo serás como un niño que a veces se figura que es un luchador, otras un soldado, otras un músico y otras el actor de una tragedia.

A no ser que nos entreguemos por completo a nuestros esfuerzos, seremos personas vacías y superficiales y nunca desarrollaremos nuestros talentos naturales. Todos hemos conocido personas que, cual monos, imitan cualquier cosa que parezca novedosa y llamativa en un momento dado. Pero poco después su entusiasmo y su esfuerzo decaen; abandonan sus proyectos en cuanto les resultan demasiado familiares o exigentes.

Un espíritu poco entusiasta no tiene ningún poder. Los esfuerzos vacilantes conducen a resultados vacilantes. La gente suele lanzarse a una empresa de cabeza y sin reflexionar. Tal vez se encuentren con una figura ejemplar como Eufrates y reciban inspiración para superarse a sí mismos. Está muy bien actuar así, pero antes debes examinar la verdadera naturaleza de tus aspiraciones y medirlas con tus capacidades.

Sé sincero contigo mismo. Valora claramente tus fuerzas y debilidades. ¿Tienes lo necesario para competir? Para ser un luchador, por ejemplo, se requiere una extraordinaria fuerza en los hombros, la espalda y los muslos. ¿Tienes la habilidad y la agilidad físicas para estar entre los mejores de esta disciplina? Una cosa es desear ser un campeón y hacer algo con destreza; otra es serlo realmente y hacerlo con una habilidad consumada. Cada cual está hecho para una cosa distinta.

Así como se precisan determinadas capacidades para tener éxito en un campo específico, también se requieren ciertos sacrificios. Si anhelas llegar a ser diestro en el arte de vivir con prudencia, ¿crees que puedes comer y beber en exceso? ¿Crees que puedes seguir sucumbiendo a la ira y a tus hábitos de frustración e infelicidad? No. Si la auténtica sabiduría es tu objetivo y eres sincero, tendrás que trabajar contigo mismo. Tendrás que superar muchos antojos nocivos y muchos actos reflejos. Tendrás que reconsiderar con quién tratas. ¿Merecen la pena tus amigos y compañeros? ¿Contribuye su influencia (sus hábitos, valores y comportamiento) a elevarte o más bien refuerza tu dejadez ante los hábitos de los que quieres desprenderte? La vida de la sabiduría, como cualquier otra cosa, tiene un precio. Siguiéndola puedes ser objeto de burla e incluso acabar por llevarte la peor parte en todos los aspectos de la vida pública, con inclusión de la profesión, la posición social y la posición legal ante los tribunales.

Una vez que has examinado como es debido todos los detalles que conlleva el esfuerzo por disfrutar de una vida superior, aventúrate con el mayor encono posible. Realiza los sacrificios necesarios que constituyen el precio del más valioso de los objetivos: la libertad, la ecuanimidad y la tranquilidad. No obstante, si al valorar tu temple te das cuenta de que no estás capacitado o dispuesto, libérate del engaño y toma un camino distinto, más realista.

Si intentas ser algo que no eres o te esfuerzas en conseguir algo que está más allá de tus posibilidades, terminarás como un patético diletante que habrá intentado primero ser un hombre prudente, luego un burócrata, luego un político y luego un dirigente municipal. Estos papeles no son coherentes. No puedes emprender el vuelo en infinitas direcciones, por más atractivas que sean, y al mismo tiempo vivir de forma íntegra y fructífera.

Sólo puedes ser una persona, ya sea buena o mala. Tienes dos elecciones básicas. O te dispones a desarrollar la razón, siendo fiel a la verdad, o ansías bienes externos. La elección es única y exclusivamente tuya. Puedes emplear tus cualidades en un trabajo interior o perderte en lo exterior, o lo que es lo mismo, ser una persona prudente, o seguir las trilladas sendas de la mediocridad.

lunes, 21 de marzo de 2011

Sobre la reputación y la moral

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"Inculca en tu mente los ideales que debes abrigar. Manténte unido a lo que es espiritualmente superior, prescindiendo de lo que hacen y dicen los demás. Sé fiel a tus verdaderas aspiraciones pase lo que pase a tu alrededor."
Epicteto

El carácter importa más que la reputación

La preocupación y el temor son una pérdida de tiempo y no suponen un buen ejemplo. Esto es especialmente cierto en lo concerniente a tu reputación e influencia. ¿Por qué vivir con temor a cosas como si obtendrás reconocimiento público en tu profesión o comunidad, o si conseguirás las oportunidades y gratificaciones que otros consiguen? No te preocupes por cuestiones como «La gente no tiene una buena opinión de mí, soy un don nadie».

¿Qué diferencia real supone para tu carácter y bienestar que goces de una posición ventajosa o que te inviten a fiestas elegantes? Ninguna. Entonces, ¿qué descrédito puede haber en no ser un agente del poder ni una celebridad? ¿Y por qué deberías preocuparte de si eres un don nadie cuando lo que importa es ser alguien en las áreas de la vida sobre las que tienes control y en las cuales puedes marcar una diferencia real? «Pero sin poder y reputación no podré ayudar a mis amigos», podrías decir. Es cierto que no les darás acceso al dinero ni a los pasillos del poder. ¿Pero acaso alguien espera realmente este tipo de ayuda de ti y no de algún otro? ¿Cómo pueden esperar que des algo que no tienes? «Aun así, sería estupendo tener poder y dinero para compartirlos con mis amigos».

Si puedo hacerme rico y poderoso conservando mi honor, la lealtad a la familia, los amigos, los principios y el amor propio, dime cómo se hace y lo haré. Pero si tengo que sacrificar mi integridad personal, es estúpido y ridículo que me sigas animando. Por otra parte, si tuvieras que elegir entre una determinada cantidad de dinero o tener un amigo leal y honorable, ¿con qué te quedarías? Es mejor que me ayudes a ser una buena persona en lugar de incitarme a hacer cosas que amenazan a mi buen carácter. «Bueno, ¿y qué hay de mis obligaciones para con la patria?» ¿Qué quieres decir? ¿Acaso te refieres a efectuar grandes donativos a instituciones benéficas o a levantar exorbitantes edificios, acaso se trata de eso? Un obrero metalúrgico no hace zapatos y un zapatero no fabrica armas. Basta con que cada cual haga bien lo que tiene que hacer. «¿Y qué pasa si hay alguien más que hace lo mismo que yo?» No pasa nada, no por ello tu contribución será menos valiosa. «Pero, ¿y mi posición en la sociedad?», preguntas. Cualquier posición que puedas mantener conservando el honor y la fidelidad a tus obligaciones está bien. Pero si tu deseo de contribuir en la sociedad compromete tu responsabilidad moral, ¿cómo puedes servir a tus conciudadanos si te has convertido en un irresponsable sinvergüenza? Más vale ser una buena persona y cumplir con tus obligaciones que tener renombre y poder.


La decencia y la belleza interior son más valiosas que la apariencia

Las mujeres cargan con el peso de la atención que se presta a que tengan un aspecto agradable. Desde su primera juventud, los hombres las halagan o son evaluadas sólo en términos de su apariencia externa. Desgraciadamente, esto puede conducir a que una mujer se sienta adecuada sólo para dar placer a los hombres, y sus verdaderos dones interiores se atrofian tristemente. Puede sentirse obligada a emplear mucho tiempo y esfuerzos en realzar su belleza exterior y deformar su ser natural para gustar a los demás. Lamentablemente, mucha gente, tanto hombres como mujeres, ponen todo el énfasis en controlar el aspecto físico y la impresión que causan en los demás.

"Quienes buscan la sabiduría llegan a comprender que aunque el mundo nos otorgue recompensas por razones erróneas o superficiales, tales como el aspecto físico, la familia de la que procedemos, y así sucesivamente, lo que realmente importa es quiénes somos en nuestro fuero interno y en quién nos estamos convirtiendo."
Epicteto

Valora tu mente, aprecia tu razón, mantente fiel a tu propósito
No entregues tu mente. Si alguien pretendiera ofrecer tu cuerpo a cualquier transeúnte sin darle mayor importancia, naturalmente te pondrías furioso. Entonces, ¿por qué no tienes ningún pudor en prestar tu valiosa mente a cualquier persona que desee influenciarte? Piénsalo dos veces antes de entregar tu mente a alguien que puede injuriarte, dejándote confundido y trastornado.

"Quienes carecen de preparación moral invierten una desmesurada cantidad de tiempo en sus cuerpos. Realiza tus funciones animales incidentemente. Debes prestar la mayor atención al cuidado y desarrollo de la razón. Pues mediante la razón se llegan a comprender las leyes de la naturaleza."
Epicteto

Apártate de los entretenimientos populares

Casi todo lo que se acepta como legítimo entretenimiento es inferior o ridículo y sólo atiende o explota las debilidades de la gente. Procura no formar parte de la multitud que se entrega a semejantes pasatiempos. La vida es demasiado corta y tienes cosas importantes que hacer. Sé juicioso con las imágenes e ideas que permites en tu mente. Si no eliges tú mismo a qué pensamientos e imágenes te expones, lo hará algún otro, y sus motivos pueden no ser los más elevados. Lo más fácil de este mundo es deslizarse imperceptiblemente hacia la vulgaridad. Pero no es necesario que esto suceda si tomas la determinación de no desperdiciar tu tiempo y tu atención en tonterías.

"Estés donde estés, compórtate siempre como si fueras una persona distinguida. Aunque el comportamiento de mucha gente viene dictado por lo que sucede a su alrededor, tú mantente fiel a un nivel superior. Procura evitar las fiestas o juegos donde el jolgorio y la juerga irreflexivos son la norma. Si te encuentras en un acontecimiento público, permanece arraigado en tus propósitos e ideales."
Epicteto

Cuidado con las compañías

Al margen de lo que los demás pretendan, puede que en realidad no vivan siguiendo valores espirituales. Vigila con quién te relacionas. Imitar los hábitos de quienes tratamos es humano. Sin advertirlo, adoptamos sus intereses, opiniones, valores y manera de interpretar los acontecimientos. Hay mucha gente que, aun con buena intención, sigue teniendo una influencia perjudicial sobre ti porque no sabe distinguir entre lo que merece la pena y lo que no.

El mero hecho de que la gente sea amable contigo no significa que debas pasar el tiempo con ellos. Que te busquen y se interesen por ti y tus asuntos no quiere decir que debas relacionarte con ellos. Sé selectivo a la hora de hacer nuevos amigos, colegas y vecinos. Todas esas personas pueden tener efectos sobre tu destino. El mundo está lleno de semejantes agradables y con talento. La clave es asociarse sólo con personas que te eleven, cuya presencia saque lo mejor de ti mismo. Pero recuerda que la influencia moral es una calle de doble dirección, y por eso debemos asegurarnos de que nuestros pensamientos, palabras y actos constituyan una influencia positiva en aquellos con quienes tratamos. La verdadera prueba de la excelencia personal radica en la atención que prestamos a los pequeños detalles de la conducta, la cual con tanta frecuencia descuidamos.

"Debemos preguntarnos regularmente: «¿Cómo son los pensamientos, palabras y actos que afectan a mis amigos, mi esposa, mi vecino, mi hijo, mi patrono, mis subordinados, mis conciudadanos? ¿Estoy poniendo algo de mi parte para contribuir al progreso espiritual de todos aquellos con quienes estoy en contacto?» Haz tuya la empresa de sacar lo mejor de los demás predicando con el ejemplo."
Epicteto


Cuida tu cuerpo, pero no hagas alarde del mismo

Respeta las necesidades de tu cuerpo. Dale los mejores cuidados para promover su salud y bienestar. Dale absolutamente todo lo que necesite, con inclusión de comida y bebida saludables, ropa digna y un hogar cálido y confortable. Sin embargo, no utilices tu cuerpo como una ocasión para la exhibición o el lujo.

Abstente de defender tu reputación o tus intenciones No tengas miedo de los insultos ni de las críticas. Sólo los moralmente débiles se sienten obligados a defenderse o explicarse ante los demás. Deja que la calidad de tus actos hable en tu nombre. No podemos controlar la impresión que los demás se forman de nosotros, y esforzarse por hacerlo sólo degrada el carácter.

Así pues, si alguien te dice que una persona determinada te ha estado criticando, no te molestes en excusarte o defenderte. Limítate a sonreír y responde: «Supongo que esa persona no conoce mis demás defectos. De no ser así no habría mencionado sólo esos».

domingo, 13 de marzo de 2011

Sobre la realidad y la muerte

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"El progreso espiritual pasa por hacer frente a la muerte y a las calamidades. En lugar de apartar la vista de los acontecimientos dolorosos de la vida, míralos de frente y piensa en ellos a menudo. Al hacer frente a las realidades de la muerte, la enfermedad, la pérdida y la decepción, te liberas de falsas ilusiones y esperanzas, al tiempo que evitas pensamientos desdichados y envidiosos."
Epícteto

Los acontecimientos no nos hacen daño, pero nuestra visión de los mismos nos lo puede hacer

Las cosas, por sí mismas, no nos hacen daño ni nos ponen trabas. Tampoco las demás personas. La forma en que veamos las cosas es otro asunto. Son nuestras actitudes y reacciones las que nos causan problemas. Por consiguiente, ni siquiera la muerte tiene gran importancia por sí misma. Es nuestro concepto de la muerte, nuestra idea, lo que es terrible, lo que nos aterroriza. Hay formas muy distintas de pensar sobre la muerte. Examina a fondo tus conceptos sobre la muerte y sobre todo lo demás. ¿Son realmente ciertos? ¿Te hacen algún bien? No temas a la muerte y al dolor; teme al temor a la muerte y al dolor. No podemos elegir nuestras circunstancias externas, pero siempre podemos elegir la forma de reaccionar ante ellas.

Veamos las cosas tal como son en verdad

Las circunstancias no se presentan para satisfacer nuestras expectativas. Las cosas suceden por sí mismas. La gente se comporta tal como es. Aprovecha lo que realmente obtienes.

Abre los ojos: tienes que ver las cosas tal como son y así te ahorrarás el dolor de los falsos vínculos y de la decepción evitable. Piensa en lo que te deleita, las herramientas con las que cuentas, las personas a quienes quieres. Pero recuerda que tienen su propio carácter específico, el cual poco o nada tiene que ver con la forma que tenemos de verlo.

A modo de ejercicio, piensa en la cosa más insignificante a la que te sientas vinculado. Pongamos, por ejemplo, que tienes una copa favorita. Al fin y al cabo, no es más que una copa, de ahí que si se rompe puedas soportarlo. A continuación toma una cosa o una persona para con quien tus sentimientos y pensamientos de apego sean más intensos.

Recuerda, por ejemplo, cuando abraces a tu hijo, a tu marido, a tu esposa, que estás abrazando a un mortal. Así, si uno de ellos muriera, podrías soportarlo con entereza. Cuando algo acontece, lo único que está en tu mano es la actitud que tomas al respecto; tanto puedes aceptarlo como tomarlo a mal. Lo que en verdad nos espanta y desalienta no son los acontecimientos exteriores por sí mismos, sino la manera en que pensamos acerca de ellos. No son las cosas lo que nos trastorna, sino nuestra interpretación de su significado.

¡Deja de asustarte a ti mismo con ideas impetuosas, con tus impresiones sobre el modo en que las cosas son! Las cosas y las personas no son lo que deseamos que sean ni lo que parecen ser. Son lo que son.


Conforma tus deseos y expectativas a la realidad

Para bien o para mal, la vida y la naturaleza se rigen por leyes que no podemos cambiar. Cuanto antes lo aceptemos, más tranquilos estaremos. Te harias mucho daño si aun sabiendo esto te haces el loco y desearias que tus hijos o tu esposa vivieran para siempre.

Son mortales, igual que tú, y la ley de la mortalidad está completamente fuera de tu alcance. De modo semejante, es vano desear que un patrono, un pariente o un amigo no tengan tacha. Ello supondría controlar cosas que en verdad no podemos controlar. Bajo nuestro control está que no nos decepcione el deseo si nos ocupamos del mismo de acuerdo con los hechos, en lugar de dejarnos llevar por él. En el fondo estamos controlados por aquello que otorga o suprime lo que buscamos o evitamos. Si lo que buscas es la libertad, no desees ni rehuyas nada que dependa de los demás, o siempre serás un esclavo desvalido.

Comprende en qué consiste realmente la libertad y cómo se alcanza. La libertad no es el derecho o la capacidad de hacer lo que te venga en gana. La libertad viene de comprender los límites de tu propio poder y los límites naturales establecidos por la divina providencia. Al aceptar las limitaciones y las inevitabilidades de la vida y trabajar con ellas en lugar de combatirlas, nos hacemos libres. Si, por el contrario, sucumbimos ante el deseo pasajero por cosas que escapan a nuestro control, perdemos la libertad.

Haz tuya la voluntad de la naturaleza

Descubre la voluntad de la naturaleza. Estúdiala, préstale atención y hazla tuya. La voluntad de la naturaleza nos es revelada mediante experiencias comunes a todos. Por ejemplo, si el hijo de un vecino rompe un tazón o algo por el estilo, decimos de buen grado: «Estas cosas pasan». Cuando el tazón que se rompa sea el tuyo, deberías responder de la misma forma en que lo haces cuando se rompe un tazón ajeno.

Traslada esta premisa a asuntos de mayor importancia emocional y material. ¿Que muere el hijo, la esposa u otro ser querido de otra persona? En tales circunstancias, cualquiera puede decir: «Es el ciclo de la vida. La muerte tarde o temprano llega. Hay cosas inevitables».

Pero cuando quien muere es nuestro hijo o nuestro amor, tendemos a exclamar: «¡Ay de mí! ¡Qué desgraciado soy!» mismo a otra persona. Transfiere ese sentimiento a tus circunstancias actuales. Aprende a aceptar los acontecimientos, incluso la muerte, con inteligencia.

Ocúpate de lo que tienes, no hay nada que perder

En verdad nada nos puede ser arrebatado. No hay nada que perder. La paz interior comienza cuando dejamos de decir, a propósito de las cosas, «lo he perdido», y en su lugar decimos «ha regresado al lugar de donde vino». ¿Ha muerto tu hijo? Él o ella ha regresado al lugar de donde vino. ¿Tu marido o tu esposa han muerto? Él o ella ha regresado al lugar de donde vino. ¿Te han arrebatado posesiones y propiedades? Éstas también han regresado al lugar del que vinieron.

Tal vez estás enfadado porque una mala persona ha robado tus pertenencias. ¿Pero por qué debería preocuparte quién devuelve tus cosas al mundo que te las dio? Lo importante es ser muy cuidadoso con las cosas que tienes mientras el mundo te permite tenerlas, tal como un viajero cuida de su habitación en una posada.



viernes, 11 de marzo de 2011

Sobre la crítica y la opinión

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"Muchas son las voces, unas indignas, otras nobles,
que vienen a herir el oído: Que no te turben ni tampoco
te vuelvas para no oírlas. Cuando oigas una mentira,
sopórtalo con calma.

Pero lo que ahora voy a decirte es preciso que lo cumplas siempre:
Que nadie, por sus dichos o por sus actos, te conmueva para que hagas o digas
nada que no sea lo mejor para ti.

Reflexiona antes de obrar para no cometer tonterías:
Obrar y hablar sin discernimiento es de pobres gentes.
Tú en cambio siempre harás lo que no pueda dañarte."
Pitágoras

Saber lo que puedes controlar y lo que no

La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Sólo tras haber hecho frente a esta regla fundamental y haber aprendido a distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no, serán posibles la tranquilidad interior y la eficacia exterior. Bajo control están las opiniones, las aspiraciones, los deseos y las cosas que nos repelen. Estas áreas constituyen con bastante exactitud nuestra preocupación, porque están directamente sujetas a nuestra inluencia. Siempre tenemos la posibilidad de elegir los contenidos y el carácter de nuestra vida interior.

Fuera de control, sin embargo, hay cosas como el tipo de cuerpo que tenemos, el haber nacido en la riqueza o el tener que hacernos ricos, la forma en que nos ven los demás y nuestra posición en la sociedad. Debemos recordar que estas cosas son externas y por ende no constituyen nuestra preocupación. Intentar controlar o cambiar lo que no podemos tiene como único resultado el tormento.

Recordemos: las cosas sobre las que tenemos poder están naturalmente a nuestra disposición, libres de toda restricción o impedimento; pero las cosas que nuestro poder no alcanza son debilidades, dependencias, o vienen determinadas por el capricho y las acciones de los demás.

Recordemos, también, que si pensamos que podemos llevar las riendas de cosas que por naturaleza escapan a nuestro control, o si intentamos adoptar los asuntos de otros como propios, nuestros esfuerzos se verán desbaratados y nos convertiremos en personas frustradas, ansiosas y criticonas.

Ocúpate de tus propios asuntos

Presta atención únicamente a tus verdaderas preocupaciones y da por sentado que lo que pertenece a los demás es asunto suyo y no tuyo. Si obras así, serás impermeable a la coacción y nadie te podrá retener. Serás auténticamente libre y eficaz, pues darás buen uso a tus esfuerzos en lugar de malgastarlos criticando u oponiéndote a los demás.

Si conoces y prestas atención a tus verdaderas preocupaciones, nada ni nadie te hará actuar contra tu voluntad; los demás no podrán herirte, no ganarás enemigos ni padecerás ningún mal. Si tienes el propósito de vivir siguiendo estos principios, recuerda que no será fácil: deberás renunciar por completo a algunas cosas y posponer otras por ahora. Es probable que debas privarte de la riqueza y el poder si quieres asegurarte de alcanzar la felicidad y la libertad.

No prestes ninguna atención a las cosas que no te atañen

El progreso espiritual nos exige hacer hincapié en lo esencial y hacer caso omiso de todo lo demás, ya que sólo se trata de trivialidades que no merecen nuestra atención. Además, en verdad es bueno que nos consideren estúpidos e ingenuos en relación con los asuntos que no nos atañen. No te preocupes por la impresión que causes en los demás. Están deslumbrados y engañados por las apariencias. Sé fiel a tu objetivo. Sólo así reforzarás tu voluntad y darás coherencia a tu vida. Abstente de intentar granjearte la aprobación y la admiración de los demás. Tu camino va más arriba. No anheles que te consideren sofisticado, único o sabio. De hecho, debes recelar cuando los demás te vean como alguien especial. Ponte en guardia contra la presunción y la vanidad.

Mantener la voluntad en armonía con la verdad y preocuparse de lo que escapa al propio control son acciones que se excluyen mutuamente. Cuando estés absorto en una, descuidarás la otra.


"Si uno encuentra un hombre sabio, quien como un descubridor de tesoros te señala tus defectos y te llama la atención sobre los mismos, debe asociarse con tal persona. Uno irá bien y no mal en la compañía de esta persona."
Siddharta Gautama


Querer agradar a los demás es una trampa peligrosa

Cuando intentamos agradar a los demás, nos encontramos mal dirigidos hacia lo que está fuera de nuestra área de inluencia. Al hacerlo perdemos el dominio sobre el propósito de nuestra vida. Confórmate con ser un amante de la prudencia, un buscador de la verdad. Regresa una y otra vez a lo que es esencial y valioso.

No trates de parecer sabio a los ojos de los demás. Si quieres llevar una vida en la prudencia, vívela en tus términos y con tus propios ojos.



"No hemos de creer en lo dicho, simplemente porque fue dicho; ni en las tradiciones, porque han sido trasmitidas desde la antigüedad; ni en los rumores; ni en los escritos de los sabios, porque han venido de ellos; ni en las fantasías, que ... se suponen haber sido inspiradas por un Deva (es decir, una supuesta inspiración espiritual); ni en las deducciones basadas en alguna suposición casual; ni por lo que parece ser una necesidad analógica; ni por la mera autoridad de nuestros instructores o maestros, sino que hemos de creer cuando lo escrito, la doctrina o lo dicho, está corroborado por nuestra propia razón y conciencia. Por eso, enseñé a no creer lo que oyen decir, sino que, cuando lo crean conscientemente, actúen de acuerdo y plenamente."
Siddharta Gautama

miércoles, 2 de marzo de 2011

Sobre la libertad y la propaganda

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"Comprende en qué consiste realmente la libertad y cómo se alcanza. La libertad no es el derecho o la capacidad de hacer lo que te venga en gana. La libertad viene de comprender los límites de tu propio poder y los límites naturales establecidos por la divina providencia. Al aceptar las limitaciones y las inevitabilidades de la vida y trabajar con ellas en lugar de combatirlas, nos hacemos libres. Si, por el contrario, sucumbimos ante el deseo pasajero por cosas que escapan a nuestro control, perdemos la libertad."
Epícteto

¿Qué entenderán las personas por Libertad?
Para la mayoría de la gente, la libertad debe ser andar por las calles, poder correr, ir al centro comercial, ir a votar, tener una bandera, jugar futbol, salir de casa cuando se quiere, salir de compras con amigos, hacer un viaje con familiares y si se tiene dinero salir del país, tener carros, comprar casas, etcétera. Pero la libertad, desde un punto de vista filosófico, es algo completamente diferente. Para poder entender la libertad desde un punto de vista profundo, filosófico, tendríamos, no solamente que remontarnos a lo que sobre la libertad, dijeron los grandes clásicos, sino a la propia lógica de las cosas.

La libertad es una propiedad que tienen los seres y los entes. O sea, no es un ser en sí, es una propiedad que pueden tener los seres. La libertad es la posibilidad de elección entre dos o más cosas, pero ¿cómo puede elegir el hombre que no sabe? Para que haya posibilidad de elección, lo fundamental es tener conocimiento, es tener lo que se llama en Filosofía, conciencia. Si tenemos conciencia de las cosas, podemos elegir.

De ahí que, la libertad se fundamenta en la conciencia del individuo, en su posibilidad de conocerse a sí mismo y de conocer al mundo circundante. La ignorancia de sí mismo y del mundo circundante limita la libertad hasta tal punto que obramos sin pensar, sin ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos en profundidad, nos dejamos guiar por nuestros impulsos e instintos, nos dejamos guiar por estereotipos y tradiciones, por el qué dirán y una serie de prejuicios. Nos gobierna nuestro propio cuerpo en vez de que nosotros lo gobernemos. Nos damos cuenta ahora que la ignorancia no solo se basa en un conocimiento externo, sino más bien en el conocimiento interno y en el dominio de nuestra personalidad.

Entonces cabria decir que la libertad no es absoluta, sino condicionada; y también es una libertad que termina donde comienza la libertad de otro. A veces, la libertad parece un juego de sombras chinescas: si se superponen unas a otras, se convierten en monstruos, en seres casi incontrolables.

Desde épocas muy antiguas se enseño acerca de la propiedad de las virtudes de descomponerse por exceso o por defecto. Hoy se usa mucho hablar de exceso de libertad como libertinaje, como un mal. Y de hecho todo exceso es un mal. Una copa de agua puede ser buena cuando uno está sediento, pero ¿muchas copas de agua serían buenas? Entonces no solo aprendemos que la libertad es relativamente buena cuando es necesaria, sino que las cosas no son tampoco buenas en sí, sino que lo son en relación a cómo nosotros la utilizamos.

"No te centres en lo que él o ella hace, sino en seguir tu elevado propósito. Tu propósito debería buscar la armonía con la naturaleza. Pues éste es el verdadero camino hacia la libertad." 
Epícteto

Todos estamos sujetos a ciertas circunstancias desde el momento en que estamos manifestados y se menciona que es relativamente buena porque lo que es libertad para unos, es libertinaje para otros. Las cosas deben darse en su justa medida, y lo que se llama a veces “libertad”, no es realmente tal, sino simplemente obediencia a los instintos. Un dejarse llevar por los impulsos y emociones. Y esto es por nuestra propia ignorancia. Libertinaje.

Igualmente es importante ver qué es válido en un lugar del mundo y qué es lo válido en otro; tratar de no importar o de no exportar ideas o puntos de vista que puedan ser naturales en un sitio, pero que no lo son en otros sitios del mundo.

Cuando se habla de que hay ciertas cosas que horrorizan en algunos sitios, y otras que no, es porque entra un nuevo factor que nos condiciona y que nos hace pensar de una determinada manera, la propaganda. 

Quiero marcar la diferencia entre lo que se entiende por propaganda y lo que es publicidad. Lo que generalmente vemos hoy no es propaganda: es publicidad. La publicidad trata de hacernos ver qué virtudes y características tienen las cosas. La propaganda es otra: es algo natural. Una planta: -por ejemplo- se propaga: hace propaganda. Los microbios se propagan: hacen propaganda.


Todos los seres vivos tienden a la propagación de sus especies: todos los seres vivos tienden a la propagación de lo que es válido. Y, obviamente, cuando creemos que algo es válido -un Ideal, por ejemplo- tratamos de propagarlo. Pero no estamos vendiendo algo externo a nosotros; somos nosotros mismos los que nos entregamos con esa propaganda. El que hace publicidad, simplemente señala unas características ventajosas del objeto publicitario. Pero él no se va, no se pierde, no se quema, no se tortura; él no se destroza con lo que está diciendo. Si lo vende, bien; y si no, ganará un poco menos.


En cambio, el que realmente hace propaganda, de parte de su propio ser; siente que va dejando en cada palabra un trazo de color, un poco de su vida, de su esperanza, de su historia.

Cuando se hace propaganda, cuando realmente se propaga, surge una fuerza interna, de adentro hacia afuera; no se trata de vender nada, es una forma de desangrarse. Siempre que uno hace propaganda, si lo hace por un Ideal, de alguna manera escribe con sangre, con una parte de sí mismo.

Estamos en un mundo hecho de palabras, donde todos hablamos, pero donde casi nadie vive aquello que está hablando. Yo creo que en la verdadera propaganda, hay que tratar de propagar no solamente ideas, sino también emociones y vivencias.

Recordemos las enseñanzas de nuestros mayores, cuando decían que la mejor propaganda era el ejemplo. El ejemplo es una forma de vivir en público, de tal suerte que la gente, viendo lo que hace uno, diga: "Yo querría hacer lo que ese hace. Yo querría ser como es ese hombre".

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Todo este mundo es artificial, robotizado. El propagar es natural. Hay hay factores económicos que rigen lo que llamamos propaganda o publicidad. No valen las ideas en sí; no vale la profundidad ni la fuerza de una idea. Vale, en gran parte, en este mundo material, la cantidad de dinero que se puede invertir en propagar algo, es decir, en hace un montaje emisor. Esta es la desgracia de nuestro siglo.

Pero ¿todo este mundo exterior, no será reflejo de nuestro mundo interior? De alguna manera misteriosa, todo este mundo de chatarra, de hierro y plástico. ¿no será la expresión exterior y el reflejo de otro mundo que tenemos adentro? ¿No habremos perdido en nuestro interior la fuerza de la fe? ¿No habremos perdido el conocimiento, la posibilidad de diferenciar el bien del mal? ¿No habremos perdido la seguridad en nuestras convicciones, y todo ello se traduce en un mundo caótico exterior que nos abruma? ¿No estaremos contaminados por dentro y es por eso que estamos contaminando la Naturaleza? ¿No se nos habrán contaminado los sentimientos? ¿No habremos perdido la pureza, con lo que provocamos el que la Naturaleza carezca de ella? ¿Por qué tratamos de lavar por fuera cuando tendríamos que lavar por dentro?.


"Se el cambio que quieres ver en el mundo"
Propaga lo mejor de ti