- Las Virtudes Platónicas
- Sobre la libertad y la propaganda
- Sobre la crítica y la opinión
- Sobre la realidad y la muerte
- Sobre la reputación y la moral
“Cuando alguien prudente se enfrenta a un reto, se mira a sí mismo;
cuando recibe alabanzas, sonríe para sí, impasible;
cuando es objeto de calumnias, no siente necesidad de defender su nombre.
El hombre prudente armoniza sus deseos con la vida tal como es
y trata de evitar solamente las cosas que le impedirían ejercer su voluntad correctamente.
Ejercita la moderación en todos sus asuntos.
Y parecer ignorante o simple, no es algo que le concierna. Sabe que sólo tiene que vigilarse a sí mismo y a la dirección de sus deseos.”
cuando recibe alabanzas, sonríe para sí, impasible;
cuando es objeto de calumnias, no siente necesidad de defender su nombre.
El hombre prudente armoniza sus deseos con la vida tal como es
y trata de evitar solamente las cosas que le impedirían ejercer su voluntad correctamente.
Ejercita la moderación en todos sus asuntos.
Y parecer ignorante o simple, no es algo que le concierna. Sabe que sólo tiene que vigilarse a sí mismo y a la dirección de sus deseos.”
Epicteto
Quienes busquen una vida en la prudencia serán objeto de burla
Quienes buscan una vida superior en la prudencia, quienes aspiran a vivir fieles a sus principios espirituales, deben estar preparados para ser objeto de burla y condena. Muchas personas que bajan progresivamente el listón de sus aspiraciones personales en un intento de ganar aceptación social y más comodidad en la vida terminan amargamente resentidos con quienes tienen inclinaciones filosóficas y se niegan a comprometer sus ideales espirituales en su búsqueda por mejorarse a sí mismos. Nunca vivas en función de estas almas desdichadas. Compadécete de ellas al tiempo que te mantienes firme en lo que tú sabes que es bueno.
"Aquel que se aplica a lo que debe ser evitado y no se aplica a lo que debe ser obtenido y abandona su búsqueda, abocándose a los placeres, envidiará al que ha procedido de modo contrario."
Siddharta Gautama
Cuando inicies tu programa de progreso espiritual, es probable que las personas que te rodean se mofen de ti y te acusen de arrogancia. Tu cometido es comportarte con humildad y ser consecuente con tus ideales morales. Aférrate a lo que en el fondo de tu corazón sabes que está bien. Así, si eres constante, las mismas personas que se burlaban de ti terminarán por admirarte. Pero si permites que las opiniones malintencionadas te hagan titubear en tus propósitos, incurrirás en una doble falta.
"Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros."
Jesús de Nazareth
El pensamiento claro es vital
La vida prudente está regida por la razón. Es importante aprender a pensar con claridad. El pensamiento claro no es una empresa azarosa. Exige una preparación adecuada. Mediante un pensamiento claro somos capaces de dirigir la voluntad, ser fieles a nuestro auténtico propósito y descubrir los vínculos que nos unen a los demás y los deberes que resultan de dichas relaciones. Todos deberíamos aprender a identificar el pensamiento sensiblero y falaz. Estudia la legitimidad de las inferencias, de forma que evites sacar conclusiones sin fundamento.
Por ejemplo, he aquí unos casos de falsa lógica: «Soy más rico que tú; por consiguiente, soy mejor que tú». Nos encontramos continuamente ante afirmaciones tan absurdas como ésta, pero son una falacia absoluta. La inferencia válida que podría sacarse es ésta: «Soy más rico que tú; por consiguiente, tengo más posesiones o dinero que tú».
"Dedica tiempo a estudiar asiduamente el pensamiento claro y no te encontrarás con los ojos vendados. Una sólida formación lógica y las reglas de la discusión eficiente te serán de gran ayuda."
Epicteto
Otro ejemplo: «Hablo de forma más persuasiva que tú; por consiguiente, soy mejor que tú». De aquí sólo se puede concluir: «Hablo de forma más persuasiva que tú; por consiguiente, mis discursos tienen más efecto que los tuyos». Pero recuerda: el carácter nada tiene que ver con las propiedades o los discursos persuasivos.
No te presentes como persona prudente ni discutas tus aspiraciones espirituales con gentes que no las apreciarán. Muestra tu carácter y tu compromiso con la nobleza personal mediante tus actos. Si deseas poner a prueba tu resistencia, hazlo por ti mismo, no por los demás. No estés henchido de orgullo si eres capaz de cubrir tus necesidades con un coste muy pequeño. La primera tarea de quien quiere vivir con prudencia es liberarse de los límites del ensimismamiento. No se trata de ser mejor que los demás, sino ser mejor que uno mismo cada día.
"Hay una gran diferencia entre decir y hacer cosas valiosas. No otorgues demasiado peso específico a la mera erudición. Recuerda que lo importante no es ser capaz de hablar con fluidez de temas abstrusos. Lo esencial es comprender la naturaleza y alinear las intenciones y actos con la forma de ser de las cosas. Fíjate en el ejemplo de las personas cuyos actos son coherentes con los principios que profesan."
"Hay una gran diferencia entre decir y hacer cosas valiosas. No otorgues demasiado peso específico a la mera erudición. Recuerda que lo importante no es ser capaz de hablar con fluidez de temas abstrusos. Lo esencial es comprender la naturaleza y alinear las intenciones y actos con la forma de ser de las cosas. Fíjate en el ejemplo de las personas cuyos actos son coherentes con los principios que profesan."
Epicteto
Piensa en cuánto más frugales que nosotros son los pobres, cuánto mejor hacen frente a las dificultades. Si quieres desarrollar tu capacidad para vivir con sencillez, hazlo por ti mismo, hazlo quedamente, y no lo hagas para impresionar a los demás.
"Aunque uno recite muy a menudo las escrituras, si es negligente y no actúa en consecuencia,
es como el vaquero que cuenta las vacas de los otros. No obtiene los frutos de la Vida Santa.
Aunque uno recite poco las escrituras, si se conduce según la Enseñanza, abandonando el deseo, el odio y la ilusión, provisto con una mente bien liberada y no apegándose a nada ni aquí ni después, obtiene los frutos de la Vida Santa."
Siddharta Gautama
Considera lo que viene en primer lugar, luego lo que le sigue, y entonces actúa
Cultiva el hábito de estudiar y examinar una acción futura antes de emprenderla. Antes de obrar, retrocede para tener una visión más amplia, para no actuar a la ligera obedeciendo a un impulso. Determina lo que sucede primero, considera adónde conduce y entonces actúa de acuerdo con lo que hayas aprendido. Cuando actuamos sin prudencia, podemos iniciar una tarea con gran entusiasmo; luego, cuando aparecen consecuencias imprevistas o indeseadas, nos retiramos vergonzosamente y llenos de pesar: «Habría hecho esto; podría haber hecho lo otro; debería haberlo hecho de otro modo».
Supongamos que quieres conseguir una medalla en los Juegos Olímpicos. Eso está muy bien, pero debes tomar en consideración en qué te estás involucrando. ¿Qué conlleva un deseo como este? ¿Qué es lo primero que debes hacer? ¿Y luego? ¿Qué te van a exigir? ¿Y qué se deriva de ello? Esta línea de acción, ¿te será realmente beneficiosa? Si lo es, adelante. Si deseas ganar en los Juegos Olímpicos, para prepararte como es debido tendrás que seguir un programa estricto que te llevará al límite de tu resistencia. Tendrás que someterte a normas muy exigentes, seguir una dieta adecuada, olvidarte de los dulces y los postres, entrenar concienzudamente y con regularidad haga frío o calor, y dejar de beber. Tendrás que obedecer las instrucciones de tu entrenador como si fueran las de un médico. Luego, una vez que ya estés compitiendo, hay bastantes posibilidades de que te tiren a la cuneta. Puedes lastimarte un brazo, torcerte el tobillo, caer de bruces al barro; y tras pasar por todo esto, puede que fracases.
Después de contemplar todas estas posibilidades, prestando atención a todas las cosas que pueden suceder y a sus consecuencias, si tu resolución se mantiene firme, debes ejercitar tu juicio. Si en conjunto sigues pensando que te conviene, participa en los Juegos, y hazlo de todo corazón.
Al ver las cosas con perspectiva estableces la diferencia entre tú mismo y el diletante, la persona que juega a cualquier cosa mientras resulte cómodo o interesante. No es esa una postura noble. Piensa detenidamente en las cosas y comprométete de pleno. De otro modo serás como un niño que a veces se figura que es un luchador, otras un soldado, otras un músico y otras el actor de una tragedia.
A no ser que nos entreguemos por completo a nuestros esfuerzos, seremos personas vacías y superficiales y nunca desarrollaremos nuestros talentos naturales. Todos hemos conocido personas que, cual monos, imitan cualquier cosa que parezca novedosa y llamativa en un momento dado. Pero poco después su entusiasmo y su esfuerzo decaen; abandonan sus proyectos en cuanto les resultan demasiado familiares o exigentes.
Un espíritu poco entusiasta no tiene ningún poder. Los esfuerzos vacilantes conducen a resultados vacilantes. La gente suele lanzarse a una empresa de cabeza y sin reflexionar. Tal vez se encuentren con una figura ejemplar como Eufrates y reciban inspiración para superarse a sí mismos. Está muy bien actuar así, pero antes debes examinar la verdadera naturaleza de tus aspiraciones y medirlas con tus capacidades.
Sé sincero contigo mismo. Valora claramente tus fuerzas y debilidades. ¿Tienes lo necesario para competir? Para ser un luchador, por ejemplo, se requiere una extraordinaria fuerza en los hombros, la espalda y los muslos. ¿Tienes la habilidad y la agilidad físicas para estar entre los mejores de esta disciplina? Una cosa es desear ser un campeón y hacer algo con destreza; otra es serlo realmente y hacerlo con una habilidad consumada. Cada cual está hecho para una cosa distinta.
Así como se precisan determinadas capacidades para tener éxito en un campo específico, también se requieren ciertos sacrificios. Si anhelas llegar a ser diestro en el arte de vivir con prudencia, ¿crees que puedes comer y beber en exceso? ¿Crees que puedes seguir sucumbiendo a la ira y a tus hábitos de frustración e infelicidad? No. Si la auténtica sabiduría es tu objetivo y eres sincero, tendrás que trabajar contigo mismo. Tendrás que superar muchos antojos nocivos y muchos actos reflejos. Tendrás que reconsiderar con quién tratas. ¿Merecen la pena tus amigos y compañeros? ¿Contribuye su influencia (sus hábitos, valores y comportamiento) a elevarte o más bien refuerza tu dejadez ante los hábitos de los que quieres desprenderte? La vida de la sabiduría, como cualquier otra cosa, tiene un precio. Siguiéndola puedes ser objeto de burla e incluso acabar por llevarte la peor parte en todos los aspectos de la vida pública, con inclusión de la profesión, la posición social y la posición legal ante los tribunales.
Una vez que has examinado como es debido todos los detalles que conlleva el esfuerzo por disfrutar de una vida superior, aventúrate con el mayor encono posible. Realiza los sacrificios necesarios que constituyen el precio del más valioso de los objetivos: la libertad, la ecuanimidad y la tranquilidad. No obstante, si al valorar tu temple te das cuenta de que no estás capacitado o dispuesto, libérate del engaño y toma un camino distinto, más realista.
Si intentas ser algo que no eres o te esfuerzas en conseguir algo que está más allá de tus posibilidades, terminarás como un patético diletante que habrá intentado primero ser un hombre prudente, luego un burócrata, luego un político y luego un dirigente municipal. Estos papeles no son coherentes. No puedes emprender el vuelo en infinitas direcciones, por más atractivas que sean, y al mismo tiempo vivir de forma íntegra y fructífera.
Sólo puedes ser una persona, ya sea buena o mala. Tienes dos elecciones básicas. O te dispones a desarrollar la razón, siendo fiel a la verdad, o ansías bienes externos. La elección es única y exclusivamente tuya. Puedes emplear tus cualidades en un trabajo interior o perderte en lo exterior, o lo que es lo mismo, ser una persona prudente, o seguir las trilladas sendas de la mediocridad.
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