- Una misma Meta - Hábito
- La ley del Dharma
- El mito de la caverna
- ¿Porqué los conflictos?¿Porqué los permitimos?
El príncipe partió hacia el infinito, viajaba en un rayo de sol y anduvo en busca de su primera lección. Sus pensamientos estaban confundidos; ¿dónde tendría qué buscar, cuál sería esa primera lección, a quién podría preguntarle? Partió sin rumbo fijo, todo lo que sabía era que iba al encuentro de 10 principios que lo podrían llegar a convertir en el hombre más sabio del universo y en el más feliz de la creación, o bien, si fracasaba, podría llegar a perder a su familia.
Todo eso lo pensaba y lo repasaba una y otra vez, volteaba a su alrededor buscando alguna pista, buscando algún punto en donde empezar, pero todo era igual, estrellas, cometas, mundos que chocaban, mundos en formación, estrellas frías, solitarias, vagando por el espacio. ¿Dónde detenerse, cuál sería el primer punto donde podría él empezar su búsqueda?
En su recorrido vio pasar a otros seres que, como él, andaban buscando algo; recordó las palabras de su padre: tu camino es sólo tuyo aunque todos anden buscando lo mismo. Entonces, decidió detenerse en el primer planeta que viera; decidió, que si todos los planetas y estrellas eras iguales, lo mismo daba empezar su búsqueda en una estrella lejana o en un planeta cercano y descendió en el primer planeta que encontró. Una vez en su superficie, empezó a caminar hasta que encontró a un ser y le dijo:
_Buen hombre, ¿podrías tú indicarme cuáles son los 10 principios que debo aprender para ser el hombre más sabio en el universo?, y el buen hombre le contestó:
_No puede haber hombres sabios en el universo, porque sólo Dios tiene la verdad absoluta y nosotros no podemos entender esa verdad.
_Pero, ¿quién es Dios?, preguntó el príncipe.
_Mira hijo, Dios es el principio que anima a todos nosotros, es como una chispa de luz que ilumina tus noches cuando te encuentras solitario y te guía dentro de tus pensamientos cuando andas en busca de algo. Mientras este diálogo se desarrollaba, pasó por allí otra persona.
_Disculpen que interrumpa su plática, pero no es a Dios a quien tienen qué buscar, sino a Alá.
_Y, ¿quién es Alá? preguntó el príncipe.
_Alá es el creador de todo lo existente, incluso, creó a ese Dios de quien te está hablando este hombre; Alá estuvo antes que todas las cosas en el universo y por El vivimos y para El vivimos.
_Esperen un momento, ¿quieren ustedes decirme que Dios y Alá son seres muy poderosos dentro de esta creación?, y el primer hombre contestó:
_Ese Dios tuyo que dices es Alá, en realidad no es sino un reflejo de mi Dios; Alá podrá ser tu guía, pero en cuanto a mí respecta, no tiene ningún poder ni sobre mi Dios ni sobre mí, porque Dios me protege. Pronto se oyó una tercera voz que se unió al grupo, diciendo así:
_Señores, dejen de discutir, pues todo lo que ustedes puedan ver, sentir y pensar, no es sino el sueño de Brahma. Brahma es ese gran ser de donde todo se deriva; vivimos como parte de ese sueño que Brahma creó en su mente por obra y gracia de su poder omnipotente; la imaginación de que existe un Dios o de que existe Alá, no es sino fruto de la voluntad de Brahma, el único que ha existido siempre, el único que existirá para siempre; aun nosotros, somos producto de su propio sueño.
El príncipe se fue alejando de esta conversación, pues lejos de aclarar sus dudas, empezaba a verse confundido, y mientras los 3 hombres seguían discutiendo acaloradamente, partió en su rayo de luz para abandonar ese planeta y siguió en busca de los 10 principios. Más adelante, decidió parar en una estrella cuyo brillo llamó su atención. Cuando llegó allí, observó a los jóvenes cantando y danzando y eso le pareció hermoso y decidió acercarse.
_¿Me permiten unirme a su celebración? les preguntó.
El príncipe se fue alejando de esta conversación, pues lejos de aclarar sus dudas, empezaba a verse confundido, y mientras los 3 hombres seguían discutiendo acaloradamente, partió en su rayo de luz para abandonar ese planeta y siguió en busca de los 10 principios. Más adelante, decidió parar en una estrella cuyo brillo llamó su atención. Cuando llegó allí, observó a los jóvenes cantando y danzando y eso le pareció hermoso y decidió acercarse.
_¿Me permiten unirme a su celebración? les preguntó.
_Por supuesto que sí. En este lugar todos bailamos y adoramos a ese ser que nos ha creado; y el niño preguntó:
_¿Quién es el que los ha creado?
_Mira niño, el que nos ha creado a nosotros también te ha creado a ti y ha creado todo lo que puedas observar hacia arriba y hacia abajo, hacia la derecha o hacia la izquierda; todo esto ha sido creado por alguien que nos ama y que desea vernos felices por siempre.
_Pero, ¿quién es Él? insistía el niño.
_No tiene nombre, algunos lo llaman Dios, otros lo llaman Alá, otros lo llaman Brahma, en fin, tiene muchos nombres, pero es el mismo.
El niño pensó haber encontrado una clave y siguió preguntando:
_Díganme más acerca de ese principio, de ese ser tan poderoso que ha logrado crear todas las cosas.
Y los jóvenes, en sus cantos, decían:
_Cómo quieres que te expliquemos la forma en cómo Él ha creado todo, si aún nosotros no somos capaces de entender cómo es que bailamos y cantamos.
_Entonces, ¿quieres decir que no puedes decirme nada acerca de ese ser tan poderoso?
_Bueno, nadie lo ha visto, pero todos sabemos que existe.
_Pero, ¿cómo es posible que si nadie lo ha visto todo el mundo cree en Él?
_Mira pequeño príncipe, tal vez tú no lo sientas, pero a nosotros nos basta con sentirlo dentro para saber que existe.
El niño subió nuevamente a su rayo de sol y partió más confundido que antes y sus pensamientos iban de un lado para otro diciendo: primero, ese ser tiene muchos nombres; después, me dicen que es el mismo; luego, me dicen que nadie lo ha visto y, sin embargo, todos creen en Él; ¿quién podrá explicarme todo esto? Y siguiendo su camino, su vista atrapó a un objeto que se veía sombrío, sin luz. Decidió investigar, puesto que su aspecto era tan extraño y cuando llegó a ese objeto descendió en su superficie y preguntó.
_¿Es ésta una estrella, o es acaso un sol? y el ser que se encontraba sentado en una roca le contestó:
_Esto solía ser una estrella, tal vez la más brillante de todo el universo, pero ahora ya no lo es.
_Pero, ¿qué fue lo que pasó, cómo es que perdió ese brillo?
_Fue la Voluntad de Dios la que hizo que esta estrella se apagara y llenara de tinieblas este lugar que antes era maravilloso.
_Un momento, dijo el niño; ¿quieres decirme que Dios es tan malvado que le robó su luz?
_Lo que quiero decir, es que si esto fue posible, fue porque Dios lo permitió.
_Pero, ¿no hubo ninguna razón especial?, ¿acaso Dios es capaz de quitar el brillo de cualquier estrella del universo sin tener alguna razón?
_Si tuvo alguna no la entendería, yo sólo sé que antes podía divertirme y pasar días y noches disfrutando de la belleza de este planeta, pero de pronto todo se ensombreció y ahora estoy condenado a vagar en esta oscuridad y, únicamente, de vez en cuando llega alguien como tú y les comento mi historia.
"Parecía como si hubieran olvidado que todos en el planeta éramos hermanos y que teníamos que cuidarnos unos a otros" |
_¿Cómo es posible que en este frío y oscuro planeta puedas haber florecido con unos colores tan bellos?, y la flor le dijo:
_Yo soy la esperanza; anteriormente en este planeta vivían millones de flores como yo, todo era luz y alegría, pero los seres que nos cuidaban se olvidaron de sus responsabilidades; dejaron de pensar en nosotros y se ocuparon únicamente de bailar y de cantar; se olvidaron que tenían una responsabilidad con todos nosotros. Poco a poco mis hermanos y hermanas fueron muriendo y los seres no dejaban de bailar y de cantar, parecía como si hubieran olvidado que todos en el planeta éramos hermanos y que teníamos que cuidarnos unos a otros, y entonces, después de un tiempo, todos fueron muriendo y sólo quedé yo. Un día vino un ángel del cielo y me dijo: tú no morirás porque representas a la esperanza; algún día, los hombres despertarán de su sueño y te verán y te querrán cuidar y querrán que haya muchas otras como tú y, en ese momento, mis hermanas volverán a aparecer y este planeta será nuevamente luz y alegría.
El niño se entristeció y preguntó:
_Entonces, ¿quieres decir que Dios no fue el que castigó a los hombres?
_Yo soy sólo una flor y no conozco los designios divinos, sólo puedo decirte que nosotros éramos antes una gran familia, hombres y plantas, animales y flores, todos formábamos una gran familia; creo que seguramente Dios se regocijaba en nosotros, pero un día, los hombres olvidaron su responsabilidad y fuimos muriendo; yo creo que Dios es justo porque no dejó que todo muriera, y ahora que estoy aquí, espero que, algún día, los hombres disfruten y podamos todos volver a ser lo que antes éramos.
El niño, profundamente conmocionado, acarició a la flor, subió en su rayo de sol y partió, y muy dentro, una voz de majestuosa presencia le dijo:
_Has encontrado la primera clave:
“Dios es el creador de todo lo que existe, tiene muchos nombres pero es el mismo; y Él cuida de toda su creación, pero deja que los seres humanos aprendan a cuidarla por ellos mismos.”
Y el niño siguió su camino en busca de la segunda lección.
Tomado de: "Los principios del iniciado" - Kwan Yin
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