La autoestima.
La autoestima funciona como moderador de los pensamientos y sentimientos nocivos del ser. Es como un antídoto que entra a funcionar en los precisos momentos en que el ser siente que se está lastimando. La autoestima puede ser cultivada mediante frases positivas y observaciones directas sobre aquellos rasgos de nuestra propia conducta, que son positivos o apreciados por los demás; si estos hechos son guardados celosamente y recordados frecuentemente, la autoestima de una persona se incrementará y servirá como un depósito de energía, disponible para todos aquellos momentos en que la mente y las emociones se descontrolen y empiecen a lastimar al ser.
"¿Como puedes estimar el valor de algo que no conoces? ¿Como tener autoestima si no te conoces? ¿Autoestima? Primero conócete a ti mismo"
Los estados de baja energía son aquellos en que la persona necesita de estímulos externos para restablecer su equilibrio. La irritabilidad, los miedos, las angustias, o cualquier otro estado psicológico, que afecte la integridad psicológica del ser, son los estados a los que me estoy refiriendo. Estos se producen cuando una persona recibe un estímulo externo o interno y carece de la suficiente autoestima, que le permita detener a tiempo la generación descontrolada de pensamientos y emociones, que se traducen en los estados antes mencionados.
Los pensamientos y las emociones son influenciados por lo externo.
Una persona insensible puede, tal vez ignorarlos, pero la mayoría de los seres humanos dan cabida a todos esos comentarios y estímulos, y por los mismos, se sumergen en torbellinos de pensamientos y emociones negativas que consumen, de una manera lamentable, las reservas de energía que cada uno acumula a lo largo de su vida. De esto resulta, que las emociones y los pensamientos son manipulados por las influencias externas, sin el más mínimo control de la voluntad del ser. Cuando decimos: “sólo yo decido qué hacer en este momento”, reafirmamos la integridad como persona, cortamos la influencia proveniente del exterior y, en este momento, se toma el control de los pensamientos y las emociones.
"Muchas son las voces, unas indignas, otras nobles,
que vienen a herir el oído: Que no te turben ni tampoco
te vuelvas para no oírlas. Cuando oigas una mentira,
sopórtalo con calma.
Pero lo que ahora voy a decirte es preciso que lo cumplas siempre:
Que nadie, por sus dichos o por sus actos, te conmueva para que hagas o digas
nada que no sea lo mejor para ti.
Reflexiona antes de obrar para no cometer tonterías:
Obrar y hablar sin discernimiento es de pobres gentes.
Tú en cambio siempre harás lo que no pueda dañarte."
que vienen a herir el oído: Que no te turben ni tampoco
te vuelvas para no oírlas. Cuando oigas una mentira,
sopórtalo con calma.
Pero lo que ahora voy a decirte es preciso que lo cumplas siempre:
Que nadie, por sus dichos o por sus actos, te conmueva para que hagas o digas
nada que no sea lo mejor para ti.
Reflexiona antes de obrar para no cometer tonterías:
Obrar y hablar sin discernimiento es de pobres gentes.
Tú en cambio siempre harás lo que no pueda dañarte."
Pitágoras
Tomar conciencia de los estímulos manipuladores.
Si se mantiene uno atento, a la caza, de todos esos estímulos que nos dicen cómo debemos actuar, sentir o pensar, estaremos descubriendo una increíble cantidad de estímulos manipuladores que recibimos a cada momento. El tomar conciencia de todos estos factores, permitirá al ser humano establecer nuevos horizontes en su vida, adquirirá mayor independencia y podrá alcanzar niveles más altos de armonía en su vida personal. Recordemos que la vida es una escuela y que mientras más decisiones tomemos, más experiencias aprenderemos, mientras que, si copiamos o hacemos caso de los estímulos externos, o de lo que otras personas hacen, nunca estaremos aprendiendo de lo que somos capaces de hacer.
El más grande de los peligros en la vida es el no arriesgarse a nada.
La persona que no arriesga nada, no hace nada, no tiene nada, es nada.
Puede evitar sufrir y penar, pero no puede aprender, sentir, cambiar, crecer o amar.
Es un esclavo encadenado por sus incertidumbres. Solo la persona que toma riesgo es libre.
La persona que no arriesga nada, no hace nada, no tiene nada, es nada.
Puede evitar sufrir y penar, pero no puede aprender, sentir, cambiar, crecer o amar.
Es un esclavo encadenado por sus incertidumbres. Solo la persona que toma riesgo es libre.
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