El estilo de vida de las ciudades distorsiona notablemente el valor del tiempo. Los días parecen más cortos de lo que son, el agobio psicológico o “stress” ataca a todos en mayor o menor medida y solemos tener la sensación de no llegar a cumplir con todo lo que nos hemos propuesto. Actuamos tan deprisa, que casi corremos.
Pero correr… ¿hacia dónde? ¿Sabemos qué es lo que buscamos alcanzar al final de esta carrera? La gran mayoría de personas ha perdido de vista este fin, ¿por qué?
Partamos de que el tiempo es Vida, es una energía vital, un recurso tan valioso que ningún otro podría reemplazarlo. Cuando hablamos de utilizar bien nuestro tiempo, nos referimos a cómo aprovecharlo en beneficio de nuestra finalidad; de lo contrario, ni todas las técnicas del mundo nos servirán para nada.
Para definir cuál es nuestra finalidad, hay que empezar por tener claridad sobre aquello que anhelamos alcanzar en nuestra vida, aquello que soñamos. Todos tenemos sueños, pero ¿qué estamos haciendo hoy para plasmarlos? ¿Cuánto aportan nuestras actividades cotidianas al logro de este objetivo final? No se trata de acumular pendientes para un mañana lejano, sino de encaminar cada acto presente hacia el objetivo final. Algunas personas, al estar abrumadas por un día a día que aporta poco o nada a sus sueños, llegan a tomar una decisión no siempre acertada: renunciar a vivir sus sueños para proseguir al menos con las exigencias básicas de la vida.
La vida ofrece muchas oportunidades a quienes la aprovechan y saben vivir en forma recta, porque la naturaleza es sabia no mezquina.
Cuando la vida se ha dilapidado en cosas inútiles, en el momento de abandonarla sentiremos que se nos ha escurrido de las manos. El peligro de no tener clara nuestra finalidad en la vida es que podemos llegar al final de nuestros días preguntándonos "¿Qué hice de mi vida?"
El hombre tiene muchos miedos porque es mortal pero también tiene ambiciones de inmortales. No se puede dejar para la vejez la vida virtuosa o decidirse a vivir plenamente recién cuando se es viejo porque ninguno tiene garantía de ser longevo. La tranquilidad y la paz interior son los bienes más preciados.
Tener una finalidad es darle un sentido a nuestra existencia. Y para ello, debemos conocer quiénes somos, quiénes queremos llegar a ser y saber cómo actuar cada día para lograr ese propósito. El camino de la filosofía o el conocimiento de sí mismo y de la vida, ha sido siempre una extraordinaria ayuda para los hombres que buscan respuestas claras y profundas a estas inquietudes.
Pero correr… ¿hacia dónde? ¿Sabemos qué es lo que buscamos alcanzar al final de esta carrera? La gran mayoría de personas ha perdido de vista este fin, ¿por qué?
La falta de claridad sobre nuestros objetivos, la rutina, la falta de determinación y de orden, la poca comunicación, son algunos de los motivos por los cuales no se aprovecha adecuadamente el tiempo. Su manejo es uno de los factores más importantes en nuestras vidas y sin embargo, es uno de los problemas más notorios de nuestra época.
La mayoría de la gente se queja porque la vida es breve y porque el tiempo parece correr velozmente, principalmente para aquellos que se acuerdan tarde de vivirla. Séneca decía que no es que la vida sea corta sino que más bien somos nosotros que perdemos el tiempo. Según él, tenemos el tiempo justo para realizar lo que es importante, de modo que la duración de la vida depende del uso que hagamos de ella. Cuando la vida se ha dilapidado en cosas inútiles, en el momento de abandonarla sentiremos que se nos ha escurrido de las manos. ¿Qué hacer? ¿Por dónde empezar a resolver este problema?
Partamos de que el tiempo es Vida, es una energía vital, un recurso tan valioso que ningún otro podría reemplazarlo. Cuando hablamos de utilizar bien nuestro tiempo, nos referimos a cómo aprovecharlo en beneficio de nuestra finalidad; de lo contrario, ni todas las técnicas del mundo nos servirán para nada.
Para definir cuál es nuestra finalidad, hay que empezar por tener claridad sobre aquello que anhelamos alcanzar en nuestra vida, aquello que soñamos. Todos tenemos sueños, pero ¿qué estamos haciendo hoy para plasmarlos? ¿Cuánto aportan nuestras actividades cotidianas al logro de este objetivo final? No se trata de acumular pendientes para un mañana lejano, sino de encaminar cada acto presente hacia el objetivo final. Algunas personas, al estar abrumadas por un día a día que aporta poco o nada a sus sueños, llegan a tomar una decisión no siempre acertada: renunciar a vivir sus sueños para proseguir al menos con las exigencias básicas de la vida.
La vida ofrece muchas oportunidades a quienes la aprovechan y saben vivir en forma recta, porque la naturaleza es sabia no mezquina.
Muchos viven dominados por la avaricia, otros haciendo cosas inútiles o atontados por la bebida; hay quienes se dejan llevar por la inercia y también están los que arriesgan sus vidas en la guerra peleando por intereses ajenos.
Algunos eligen ser esclavos de quienes los dominan, otros pierden la vida por ser envidiosos o por odiarse a si mismos y también están los que no disfrutan de los placeres de la vida. Pero la mayoría no saben qué hacer con su vida.
Cuando la vida se ha dilapidado en cosas inútiles, en el momento de abandonarla sentiremos que se nos ha escurrido de las manos. El peligro de no tener clara nuestra finalidad en la vida es que podemos llegar al final de nuestros días preguntándonos "¿Qué hice de mi vida?"
El hombre tiene muchos miedos porque es mortal pero también tiene ambiciones de inmortales. No se puede dejar para la vejez la vida virtuosa o decidirse a vivir plenamente recién cuando se es viejo porque ninguno tiene garantía de ser longevo. La tranquilidad y la paz interior son los bienes más preciados.
Tener una finalidad es darle un sentido a nuestra existencia. Y para ello, debemos conocer quiénes somos, quiénes queremos llegar a ser y saber cómo actuar cada día para lograr ese propósito. El camino de la filosofía o el conocimiento de sí mismo y de la vida, ha sido siempre una extraordinaria ayuda para los hombres que buscan respuestas claras y profundas a estas inquietudes.
"Primero cerciórate de quién quieres ser; luego, haz lo que debas hacer."
Epícteto
Adaptado de:
"Boletin Filosófico Cultural Nro. 193" - Nueva Acrópolis
“Séneca – Vida, pensamiento y obra” - Colección Grandes Pensadores
"Boletin Filosófico Cultural Nro. 193" - Nueva Acrópolis
“Séneca – Vida, pensamiento y obra” - Colección Grandes Pensadores
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