No se puede definir con exactitud, pero seria como aquel estado "perfecto" que la mayoría desea. Se percibe de diferentes maneras puesto que cada persona no solo tiene una forma única de ver el mundo, sino que las experiencias obtenidas por cada una de ellas es completamente diferente. Así que más que buscar los pasos exactos para ser feliz, hay que aprender a ser conscientes de aquello que estamos haciendo que nos aleja de ella y dejar de hacerlo.
Para empezar debemos tener en cuenta que la sociedad actual, infestada de publicidad materialista y deudas, novelas e infidelidades, música absurda y logofobia, noticias negativas e ignorancia, logra que la mayoría de las personas comparta la equivocada idea de que la felicidad se encuentra tan lejos que todo esfuerzo posible sería inútil. La realidad es completamente diferente y hay un viejo cuento que describe algo similiar:
Un error muy común es esperar algo más, pues cada vez que creemos lograr la felicidad advertimos que no llegamos al estado de plenitud que nos habíamos propuesto. O lo que conseguimos nos parece poco, o nos parece opaco, o carente del atractivo que tenía cuando vivía en el plano de la imaginación.
La solución tampoco es el conformismo porque una cosa es ser realista ante las situaciones y otra ahogarse en un defecto.
"Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución, lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso ámala, sé feliz y siempre sonríe, sólo vive intensamente. Antes de hablar, escucha. Antes de escribir, piensa. Antes de herir, siente. Antes de rendirte, intenta. Antes de morir, vive."
William Shakespeare
Otra situación ocurre cuando no reflexionamos sobre lo vivido o no queremos buscar nuestra propia verdad y sobre-estimamos el valor de las opiniones ajenas. Nuestra familia nos dice algo, los profesores, las amistades, la radio, la televisión, el twitter, el facebook, etc y terminamos sin saber ni siquiera para que somos buenos.
¿En dónde radica la felicidad? ¿En las satisfacciones materiales y sensibles? ¿En los sentimientos? ¿En la tranquilidad psicológica? ¿En una buena suma de conocimientos? ¿En la religión local? ¿En una respetable certeza espiritual? ¿Cuál de los niveles de conciencia humanos es el depositario de felicidad? ¿Está en uno sólo de ellos o en todos a la vez? Y en este último caso, ¿cómo satisfacer a todos al mismo tiempo cuando sus necesidades sueles resultar contradictorias? ¿En Dios? ¿En el Dinero? ¿En la ciencia?
¿Dónde está la felicidad? Analice cada cual su esquema personal y sabrá descubrir su cuota de felicidad. El cuerpo tiene sus satisfacciones y, al contrario de los que supone tanta gente, no siempre se hallan en la saturación de los sentidos. La psiquis requiere su propia dicha y, al contrario de lo que supone tanta gente, ésta no deriva de sentirse amado y comprendido, sino de saber amar y comprender, incluyéndose a uno mismo sin caer en el egoísmo ciego. La mente no es feliz acumulando conocimientos sino borrando dudas: valen más unas pocas ideas bien asentadas que mil conceptos sin relacionar entre sí y sin practicidad para la vida diaria.
Un espíritu sereno y abierto a la evolución ayuda más que ninguna otra cosa a conseguir la felicidad intelectual, emocional y material. Descubrir que somos auténticos seres humanos y no simples accidentes existenciales; descubrir que podemos vivir más allá de nuestras apetencias sensibles; descubrir que podemos vivir más allá de nuestras apetencias sensibles; descubrir que podemos dirigir nuestros sentimientos para no herir a los demás y no herirnos a nosotros mismos; descubrir que el mundo está lleno de belleza y armonía aunque no siempre interior que podríamos definir con bastante acierto como felicidad.
Sabremos que somos felices cuando empecemos a disfrutar con las cosas sencillas, cuando la sonrisa surja fácilmente en nuestros labios, cuando estemos atentos a aprender algo nuevo todos los días y avanzar sin prisa y sin pausa hacia las metas que nos hemos trazado. Imaginar sin fantasía, soñar con sentido práctico, lanzarse a la aventura con riesgos calculados, amar sin desconfianza, son los exponentes de una felicidad bien asentada.